Por Yolanda Conroy*

Pertenecer a la tercera edad es relativamente manejable hasta que uno se encuentra cuidando de las personas que originalmente fueron las que nos cuidaron. A mis 68 años me encuentro, como muchas otras personas de mi edad o un poco mas jóvenes, cuidando a mis padres. Me considero supremamente afortunada porque mi papel en el cuidado diario actualmente es temporal. Mi hermana, un poco menor que yo y su esposo, han cargado con el día a día por los últimos 6 años y todo lo que siento es agradecimiento. Se lo que significa vivir el día a día puesto que, hace cuatro años mi esposo y yo cuidamos a mi suegra sus últimos años.

Recuerdos de crianza

Sin embargo, hoy me siento entre el blanco y el negro. Al acercarse el comercializado “Dia de la Madre”, decidí cambiar mi foto de Whatsapp y FB por una en que mi mamá me tiene en sus brazos. La foto es en blanco y negro y en ella las dos estamos sonriendo sin mirar directamente a la cámara. Se ve preciosa, joven y elegante. Su expresión es el reflejo del amor y el orgullo de tener entre sus brazos a su primera hija. En mi cara se refleja la alegría y seguridad de una beba de 9 meses que se siente protegida y amada. Al mirar la foto pienso: esta es mi mamá.

Pensar en la mamá que me crió y que sin ningún egoísmo me ayudó a criar mis hijos, es pensar en su energía, amor y sabiduría. En la manera tan natural de disfrutar a los niños, la aparente facilidad con que supo levantar a 7 hijos, logrando que cada uno de nosotros llegara a la adultez sin meternos en problemas con la ley y con sincero afecto mutuo. En la crianza con paciencia y disciplina sin golpes o castigos severos.

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Recordar mis años en casa es recordar a mi mamá siempre buscando las mejores, más saludables y deliciosas dietas. Por un tiempo estableció un día a la semana de ayuno, donde todos comíamos fruta en el día y por la noche nos preparaba un consomé que sabía a gloria. Siempre pensando en la mejor manera de mantenernos sanos y de enseñarnos buenos hábitos. Verla tejiendo los más bonitos vestidos para sus hijas, suéteres, sacos, cobijas, para hijos y nietos. Escucharla llamándonos la atención a los mayores, porque los mas pequeños estaban tomando siesta y teníamos que respetar el sueño de los bebés.

Mi mamá

Pensar en mamá es recordar su feminidad y su deseo por ser mejor cada día. Su impecable apariencia diaria. Su elegante manera de arreglarse todos los días así no fuera a ninguna parte. Su dedicación al yoga para mantener su cuerpo y mente conectadas y saludables. Es saberla manejando los buenos y malos momentos sin perder el camino o la razón.

Pensar en mamá, es verla llorar la muerte de dos de sus hijos y aunque por mucho tiempo, recordarlos la afectara, encontró la forma de seguir adelante por el resto de nosotros y por las nuevas generaciones.

Mi relación con mamá fue complicada en algunas ocasiones; sin embargo, verla hoy, es otra cosa. Casi no reconozco a la persona en que se ha convertido a causa del alzheimer, y aunque trato de encontrar a la que me crió, a la que me enseñó a leer, veo que ya no está presente. Es difícil observarla en la mañana, caminando lentamente, con la pijama que ha usado por los últimos dos días, confundida, saludándome con afecto y sorpresa, sin recordar que el día anterior o hace unos minutos hablamos y convivimos. Muchas veces disfruto de sus disparatados comentarios, pero me cala profundamente el reorganizar mis sentimientos y aceptar quien es ella hoy.

El luto

Como yo, sé que hay muchas personas en el mundo que están pasando por el mismo luto. Usualmente relacionamos el luto con el fallecimiento de un ser querido, pero también lo sentimos cuando recibimos un diagnóstico grave, perdemos a una mascota, pasamos por un divorcio, alguien cercano se va lejos y hasta podemos relacionarlo con nuestra situación actual con el Covid-19. Ese sentimiento de perder nos crea sentimientos de confusión e inseguridad.

Así llego al Día de la Madre entendiendo que este luto es real, que estoy sonriendo en blanco y negro en los brazos de mi madre y que para encontrar a la mamá que conocí y me crió no existe un camino de regreso.

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Con la situación de mi mamá yo he reconocido que mis sentimientos de confusión e inseguridad son mi luto. Un luto por perder a la mamá que se ha marchado. Y siento que día a día, voy pasando por las diferentes etapas del luto, sin un orden específico:

  • Negación: ella va a estar mejor, mañana recordará que estoy de visita, que hoy se bañó, etc. 
  • Ira: por qué no se quiere bañar; por qué tiene que ser tan terca con la comida; por qué tenía que ser ella;
  • Negociación: si le cambiamos la dieta va a reaccionar; si la abrazo y la hago reír lo disfrutará por el momento; pero sé que no va a recordar que he estado con ella por dos meses, que la he ayudado a bañarse, etc. 
  • Depresión: el momento de rendirme, del dolor, de llorar, porque no es la misma que me crió, etc. 
  • Aceptación: saber que el diagnóstico y sus consecuencias son irreversibles, y seguir la vida, disfrutando los momentos juntas, aceptando el cambio, y el recuerdo de la mamá que conocí y disfruté, está en el fondo de la que hoy estoy conociendo. Aceptación es poder, es control y nos ayuda a encontrar el balance que internamente estamos buscando.

Algunos días paso por dos o tres etapas y las vivo. Contar con unos minutos sola para llorar, es importante, evitar estar con ella por un  momento, porque estoy enojada con su comportamiento, es importante. Reconocer mis sentimientos, es importante.

Así llego al Día de la Madre entendiendo que este luto es real, que estoy sonriendo en blanco y negro en los brazos de mi madre y que para encontrar a la mamá que conocí y me crió no existe un camino de regreso, solamente puedo educarme, buscar ayuda, apoyarme en lo que de ella aprendí y en el amor incondicional de mi familia para vivir y disfrutar a la que estoy conociendo.

*Psicóloga de la Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.
Master en Educación Multicultural y Bilingüe, Northern Arizona University, USA.
Master en Consejería en Educación, Northern Arizona University, USA.