Evelia Medina, pionera en gráfica artística
Queremos con esta publicación, rescatar el trabajo realizado por Evelia Medina (Chocontá, 1931), artista plástica, egresada de la Universidad Nacional de Colombia, quien hace gala de una particular manera creativa, con matices feministas de reminiscencias barrocas, y que ha desarrollado su trabajo tanto en serigrafía como en grabado en metal y litografía, aprovechando el medio y dejando su impronta en cada una de las obras que creó.
Su promoción, del año 1966, fue muy particular, dada la época, pues había 4 mujeres y 5 hombres. Compañera de curso de Darío Morales y de los destacados artistas Luis Paz y Manuel Camargo, así como de Judith Escobar, Amelia de Cajigas, Cecilia Coronel, Rómulo Sánchez y Álvaro Jaramillo. Sus profesores Luis Ángel Rengifo y Augusto Rendón, fueron influyentes en la decisión Evelia de incursionar y desarrollar su obra a través del grabado.
Con algunas apariciones en exposiciones, entre 1970 y 1990, y dedicada más a la docencia, que ejerció en la Escuela de Bellas Artes del Distrito y en el Colegio Mayor de Cundinamarca, logra, sin embargo, desarrollar una obra que permite vislumbrar su talento y posición crítica frente al avasallante y machista mundo artístico colombiano, exacerbado por la influyente y casi dictatorial crítica argentina Marta Traba.
Queremos hacer un reconocimiento a la mujer de personalidad discreta, amante de la literatura, a la artista valerosa, próxima a cumplir 90 años. Mostramos algunos de sus trabajos en serigrafía -medio del cual es pionera junto a la bogotana Nirma Zárate-, litografía y grabado en metal, con intención de que su legado artístico pueda ser conocido y valorado por las nuevas generaciones, particularmente de las mujeres artistas, pues luchó para ganarse un merecido puesto dentro del reducido espacio artístico de nuestro país; el que, por cierto, reconoció, tardíamente, el importante aporte de mujeres creadoras como la pintora Débora Arango, la pintora y escritora Emma Reyes, la también grabadora Lucy Tejada o la escultora Hena Rodríguez, y ahora –esperamos- el de Evelia Medina.
Agradecemos al Maestro Oscar Cerón por la cesión del artículo y las obras originales de la maestra. (Nota editorial Quintopiso.net)
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Evelia Medina – La Huella Silenciosa
Por Oscar Cerón*
Evelia Medina, 2019 Serigrafía, 1973
En 1962, ingresa Evelia Medina a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional, con sede para ese entonces en pleno centro de Bogotá; trae consigo una carrera como novicia en la comunidad religiosa de las Hermanas de Nuestra Señora de la Paz. Y así vestida, con un impecable hábito, asiste a la carrera regular, generando un impacto que no sólo inhibe a los modelos de desnudo sino que imprime de cierta ceremonialidad al ámbito académico. Se inicia asimismo una década de grandes transformaciones, a nivel nacional e internacional en todos los órdenes: sociales, culturales, políticos y por supuesto de revaloración del rol de la mujer en la sociedad. Época de transición, acompañada de cuestionamientos, incertidumbres, reivindicaciones y llamada ante todo a la toma de decisiones. En lo personal y profesional, Evelia no escapa a esto, se había introducido a un medio en ebullición, dentro del cual el llamado a la conciencia existencial, histórica, política y social, estaban a pedir de boca. La cátedra de Historia del Arte a manos de Eugenio Barney Cabrera, además de emocionarla la empujaba a romper mitos, al mostrarle facetas distintas a las narradas comúnmente.
Serigrafía, 1973 Serigrafía, 1974 Aguafuerte, Aguatinta, 1964 Aguafuerte, Aguatinta, 1968
La Escuela también estaba en tránsito y para el año 1964 se movía de sus viejas instalaciones en el Claustro de Santa Clara al nuevo campus de la Ciudad Blanca. A su vez, la artista prodigaba admiración en sus compañeros estudiantes, pues siendo una mujer de vocación, siempre manifestaba un comportamiento natural y sereno en un medio social hasta entonces regido por hombres, en donde era común tener lugares exclusivos para varones como el Café La Pola, Carrera 8a # 9-05, a donde sus compañeros la invitaban clandestinamente a tomar “cardenales”, mezcla de aguardiente y Kola Román, como recuerda Manuel Camargo.
En el área académica se daba un cambio y relevo en la manera de entender y practicar los oficios. En la gráfica, Rengifo sucumbía ante el ímpetu y las ideas de Augusto Rendón. Ambos serían maestros de la artista al igual que Carlos Granada quien no daba tregua a su continua beligerancia, pensamiento político y llamado a la toma de conciencia. Ya en el nuevo lugar, la ciudad universitaria, la atomicidad humanista y la injerencia de otras disciplinas sociales y aliadas de las artes, hacen presencia.
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La literatura, el cine y el teatro se manifiestan como volcanes en erupción. No hay otra salida: “quemar” los hábitos y así dejar espacio pleno a su nueva vocación. Disyuntiva a la que es enfrentada crudamente por su profesor de diseño para mural, el escultor Eduardo Ramírez Villamizar. La toma de decisión es ejecutada, el acto político aflora, Evelia, la minuciosa y delicada en el oficio plástico, ya está armada y con disposición para asumir problemas de género en su trabajo.
Serigrafía, 1973 Litografía, 1975
La artista es poseedora del misticismo secreto necesario para la praxis gráfica, ha acumulado formación que la capacita para el ejercicio de la paciencia en un arte de cocina lenta, tiene deseo y temeridad. Seguidamente viaja y se instruye en otros procedimientos, serigrafía y litografía, en España durante la Europa del Mayo Francés en el 68, para regresar a Colombia y hacerse una de las mujeres pioneras del arte impreso en el país. Trabaja en serigrafía, grabado en metal, litografía, e incursiona con las copias heliográficas. El trasfondo de su iconografía siempre guarda una carga poética, predominan los retratos imaginarios femeninos, en los que la mujer casi de mirada ausente se dirige al espectador, siempre ataviada con tocados de ornamentos fantásticos y trajes rococós. No existen contrapesos composicionales, sólo las figuras distantes de todo espacio referencial. Recrea a otra mujer, la mujer secreta, la mujer distinta, la mujer escondida deliberadamente detrás de aderezos imaginados, la esencia de mujer, en pocas palabras, la emancipada en el silencio por el insondable misterio. Su mensaje crítico y de género está en ese contraste de sumisión y cierta arrogancia que tienen algunas de sus obras.
Próxima a graduarse en 1966, manifestó: “Marta Traba está despertando inquietud en las gentes jóvenes que se dedican a las bellas artes. Como profesora nuestra nos ha dado mucho valor para que nos superemos y sobrepasemos a los viejos valores del arte.”[1]
(Tomada del libro inédito: “El Artista como actor político. Obra Gráfica político-crítica en Colombia 1930-1980” de Oscar Cerón).
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[1] Gaceta Universidad Nacional, Una entrevista con estudiantes de último año de Bellas Artes. Junio de 1966, Bogotá.
*Oscar Cerón, es Maestro en Bellas Artes -Especialización en Grabado, Universidad Nacional de Colombia. MA The Slade School of Fine Art University College London – Inglaterra. Tiene un reconocido taller de grabado por donde han han realizado obra los más importantes artistas colombianos (Antonio Caro, uno de ellos) y algunos internacionales. Fue durante varios años el presidente de la Asociación de Artistas Gráficos Latinoamericanas (AAGL) y ha sido promotor y curador de muchas exposiciones de grabado, tanto en el país como en Perú, México, Costa Rica, Canadá y Estados Unidos.