Por John Brian Cubaque*
Maruja Vieira (Manizales, diciembre 25 de 1922), la gran poeta caldense, cumple 100 años. Ella y su poesía han sobrevivido a todas las guerras de este siglo; a los malos presidentes y al exilio; al ostracismo y a la falta de apoyo. Un siglo que trajo también grandes cambios sociales y tecnológicos. Vivió el auge cultural y artístico; el bolero y el rock; el hipismo y el feminismo, la máquina de escribir y el computador, el libro impreso y el libro digital. Su vida a franqueado un siglo conflictivo y arrollador y sigue vigente, porque la buena poesía trasciende.
Un siglo de poesía, un siglo de vida dedicada a los versos, al amor, a la amistad, al periodismo, a la docencia, pero en lo profundo, con un gran vacío que llenó de poesía: su gran amor, José María Vivas Balcázar, murió un año después de su matrimonio. Su prematura viudez, le marcó el camino de su más sentida producción poética y aún sigue atravesando su escritura. Fruto de esa relación, nació su otro gran amor y su bastión más importante: su hija Ana Mercedes Vivas, quien también heredó su vena poética.
Isla
Aquí desde la isla del sábado
¿La última isla? te hablo.
En los hombros pesa el cansancio.
En los ojos arde la arena
de las horas desiertas.
La sombra
del amanecer sin rocío,
el sordo golpear
de la voz sin objeto.
No es necesario que te diga nada.
Ahora todo lo sabes.
Y te siento a mi lado.
¿Vienes a ver tu rostro reflejado
en el rostro pequeño?
¿Vienes a sonreír en otros labios?
La rama florecida del gualanday
esparce su diminuto cielo
sobre el asfalto de la calle.
Yo sé que fue tu mano
la que cortó las flores
que han caído a mi paso.
Y fue tu corazón abierto en llamas
el que tiñó los cámbulos.
Es la única hora de la última isla.
Al abrir la ventana
llegó el aroma de las camias.
La niña duerme.
Todo está en silencio y me hablas.
María Vieira White conoció al poeta chileno Pablo Neruda cuando tenía 21 años y daba sus primeros pasos literarios. El nobel de literatura la animó y la rebautizó: la nombró Maruja. Desde entonces, no paró de escribir y componer versos.
Trabajadora incansable, relacionista pública y gestora cultural, trabajó con entidades como el SENA, el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, KLM, Texas Petroleum, entre otras.
Fue secretaria general del PEN Club, capítulo Colombia, una de las más importantes asociaciones de escritores del mundo, además de ser socia fundadora del Círculo de Periodistas de Bogotá. Miembro de la Academia Colombiana de la Lengua y correspondiente hispanoamericana de la Real Academia Española. Columnista y colaboradora de diarios como El Nacional y El Universal de Caracas, El Siglo, Revista Guión, El País de Cali y El Heraldo, así como ensayista y docente universitaria.
Ha sido honrada con la Orden Gabriela Mistral en Chile, la medalla Simón Bolívar del Ministerio de Educación Nacional y la Orden de la Cultura, así como la Distinción por Vida y Obra del Ministerio de Cultura, entre otras distinciones.
Maruja no ha sido ajena a su época y como tal ha defendido el voto femenino y alzado su voz en contra de la guerra, las injusticias y la defensa del medio ambiente. Por esa razón ha sido perseguida y exiliada y ha dejado constancia de esto.
Exilio 1980
Mi patria eran tus manos,
tu mirada,
el suave calor de tus labios.
Ya no tengo tu hombro
para mi cabeza rendida,
no tengo nada.
Veinte años de exilio,
amor mío,
¡veinte años sin patria!
Su bibliografía cuenta con cerca de 20 títulos entre libros propios y antologías. Se destacan los títulos: Palabras de la Ausencia (1953), Clave Mínima (1965), Mis Propias Palabras (1986), Tiempo de Vivir (1992), Sombra del Amor (1998), Los Nombres de la Ausencia (2006) y Todo lo que era mío (2008) que se encuentran disponibles en su página web. Además, la antología virtual Todo el amor, buscando mi corazón, publicada por Comoartes Ediciones, de México, en 2011. Su más reciente libro «Una ventana al atardecer», lo publicó la Gobernación de Caldas en 2019 y es una recuperación, entre prosa y verso, de recuerdos y vivencias familiares, así como de viajes y de sitios memorables, incluida alguna remembranza de su infancia y de su tierra natal.
Memoria de la escuela
Recuerdo que mi escuela tuvo un balcón de árboles
y un patio, junto al claro viaje de los gorriones.
La vida era una mano que me esperaba afuera
y una cabeza blanca, llena de sueños altos.
Era mi padre. Íbamos juntos. Era el mundo.
No había más en las trémulas soledades del alma
que su paso ya lento, su voz dulce y antigua
y el tiempo azul que araba la tierra de mi infancia.
Salíamos de noche, la pequeñita sombra
de mi cuerpo de niña junto a su sombra grande.
El hablaba un idioma de recuerdos y ausencias
y me enseñaba nombres, banderas y ciudades…
Personajes de la cultura y la literatura como Baldomero Sanín Cano, Gabriel García Márquez, Águeda Pizarro, David Mejía Velilla o Ignacio Ramírez, entre muchos, se han ocupado de su obra en artículos y ensayos. Maruja Vieira, junto a Dominga Palacios, Matilde Espinosa, Dora Castellanos, Meira Del Mar, Piedad Bonnett y Beatriz Zuluaga, ocupan un lugar especial en el Parnaso de la poesía colombiana del siglo XX.
Como homenaje a Maruja y para celebrar su siglo de existencia, su hija Ana Mercedes realiza el evento “100 años, 100 poemas”, selección de sus mejores composiciones y en la que cualquiera puede registrarse para leer la de su preferencia, durante la maratón de lectura que se realizará en el mes de octubre.
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En quintopiso.net celebramos su centenaria presencia poética y publicamos hoy seis de sus más sentidos poemas, de etapas significativas de su vida.
Más que nunca
Porque amarte es así, tan dulce y hondo
como esta fiel serenidad del agua
que corre por la acequia, derramando
su amorosa ternura sobre el campo.
Te amo en este sitio de campanas y árboles,
en esta brisa. en estos jazmines y estas dalias.
La vida y su belleza me llegan claramente
cuando pienso en tus ojos bajo este cielo pálido.
Sobre la hierba limpia y húmeda mis pisadas
no se oyen, no interrumpen el canto de los pájaros.
Ya la niebla desciende con la luz de la tarde
y en tu ausencia y mi angustia, más que nunca te amo.
Todavía
Todavía
la frágil quemadura de una lágrima
borra la luz del árbol.
Todavía
cerca del corazón se detiene la vida
cuando te nombra alguien.
Todavía
rueda el mundo al vacío
desprendido y errante.
Todavía
no encuentro las palabras
para decir la ausencia de tus manos.
Todavía te amo.
Cuando cierro los ojos
Cuando cierro los ojos
vienes del país
de la muerte.
Llegas a la orilla del río
del tiempo.
El agua nos aparta siempre.
No hay puentes.
Me miras desde lejos
y sonríes. Despierto.
¡Cómo tarda en llegar
el barquero!
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**John Brian Cubaque (1954) es Diseñador gráfico, especializado en diseño editorial y docente universitario. Ex periodista gráfico de la revista Semana y de la Agencia nacional de noticias CIEP. Actualmente es editor de quintopiso.net, pagina dedicada al bienestar, respeto y empoderamiento de personas mayores de 60 años.
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