Por María Teresa Herrán
¿Un diario es una confesión?
Héctor Abad Faciolince
Lo que fue presente
Diarios (1985-2006).
Alfaguara
¿Por qué muchos escritores tienen la necesidad de escribir diarios? No importa tanto el por qué sino lo que se pone en ellos. Ana Frank escribía -creo- por necesidad de ampliar un angustioso presente, sin sospechar cual sería el destino de esas escrituras. Otros, como Dostoievski, buscaban precisamente darle un destino más allá del presente a las escrituras.
De todas maneras, esa necesidad tiene que ver más con el tiempo, (presente o no), que con el espacio. Más con la privacidad y los fragmentos de vida interior que con el deseo de mostrarse. Es, sin dudas, un cajón secreto.
Con cierta aprensión abordé el mamotreto (ver origen de la palabra en el artículo anterior) de Héctor Abad Faciolince. Me quitó las dudas cuando escribió: el diario acaba siendo un tatuaje que ya no puedes borrar (47)* o “Yo no escribo para celebrar mis orgasmos sino para conjurar mis impotencias” (97) y lo reafirma:
«El problema fundamental de los diarios es que uno los escribe solamente cuando se siente en el colmo de la desolación» (120).
En este caso (el de Héctor Abad), un diario es algo íntimo, pero no con la aberrante intimidad morbosa que busca el periodismo cuando quiere revelar chismes, y sinónimo de estupidez, como cualquier revista VEA.
Poco a poco, volviendo a Héctor Abad, con las simples palabras, se refleja una personalidad que es la comprobación de lo que percibe el lector en sus demás escritos. Veamos.
TIMIDEZ. Abad aparece como una persona esencialmente tímida y lo reconoce:
«Ser tímido es una desgracia contra la que estoy luchando desde que me acuerdo»(112), «Eso sí, con una dosis de farniente que se refleja en una certeza: lo que más amenaza al hombre futuro será el aburrimiento» (113).
NEUROSIS Y SENSIBILIDAD: Abad siempre tiene latente el temor de no ser creíble. Neurosis equivale para él a vicio de la repetición (119). Por lo mismo, esa sensibilidad a flor de piel, le es difícil de mostrar.
Le basta con declararla:
«Sé lo que soy: cristiano, ateo, feliz, pagano» (123) pero a la vez, “Tengo la sensación de que un mal oscuro crece por dentro” (137). Y se desnuda por relámpagos: «Yo, en realidad, no quiero hacer reír a nadie pero, si se ríen, me da risa» (133).
“Sumiso. Obediente. Servil. Hago los oficios más humildes. El extracomunitario del Instituto; el refugiado; el que fue socorrido cuando iba a ser sepultado por la historia.» (139).
Y cita esa bella frase de Quevedo: “No hay hombre más desdichado que el que nunca tuvo adversidad “(216).
PADRE-HIJO
Esa relación es y será fundamental en Héctor Abad. No solo porque es hijo único con 4 hermanas; no solo porque asesinaron al papá (un hombre bueno, a quien conocí en el Comité Permanente de los DDHH), sino porque sus propios hijos son un equivalente, para él, al absoluto amor.
Por lo mismo, son amores intocables, sagrados, que casi no aparecen en los diarios, pero los ama con una fuerza de convicción imbatible. Sobre los hijos, lo marcan sentencias del Dr. Abad, como: “si los queremos buenos, tenemos que hacerlos felices” (102). Y no le cabe duda: “El imán de la familia tiene más fuerza que el repelente de la violencia” (155).
IDENTIDAD
Un tema que lo preocupa a lo largo de esos años es el de la identidad, con las ambigüedades del exilio y de esa violencia que “nos roza, nos toca, nos hunde, nos salpica (intenta conquistarnos, que seamos como ella, de su bando), nos duele, nos mata, nos hiere”(187).
La búsqueda de su identidad lo hace ser tajante “Rechacé desde muy pronto en Turín, ese ruidoso y glorioso exilio de otros latinoamericanos” (169).
Tiene la personalidad angustiada del asmático y frases que crujen: «Tengo miedo de quedarme sin plata. Me da miedo volverme un gordo viejo como de baño turco en Budapest”. Pero siempre, un optimismo firme, radical, sólo pueden tenerlo quienes han conocido a fondo la desolación.
Sin embargo, al viajero le quedan, en el fondo, punzantes e incrustados, angustiosos interrogantes sobre la identidad antioqueña que aparecen en todos sus libros, con sus virtudes y defectos: “La astucia (que es la inteligencia de los brutos); el racismo (miedo del otro); su barniz de cristianismo mojigato; su humor de chiste o salida aprendida de memoria (123).
“Aquí somos tan incultos, que no nos da vergüenza serlo, hacemos de la incultura una virtud, un orgullo, una medalla”
DISCIPLINA
Como buen autor, es disciplinado y, por lo mismo, casi no menciona el esfuerzo que representa escribir, ni explica sus libros en sus libros. A veces se le escapan frases y sabiduría, que calan hondo, que impactan por su precisión.
Subrayé, por ejemplo:
“Un personaje no puede hacer lo que le dé la gana: tiene que hacer lo que la trama le exige (33).
“En la civilización del trabajo remunerado, leer sin objetivos y escribir sin fin es el peor escándalo. Yo mismo me escandalizo” (36).
“Tengo miedo, aquí también, no miedo como el de allá, pero otro miedo, no a que me maten sino a no poder sobrevivir”.
“Llorar en compañía es menos malo que llorar a solas” (75).
“Aquí somos tan incultos, que no nos da vergüenza serlo, hacemos de la incultura una virtud, un orgullo, una medalla” (125).
Y precisa: “Talento tiene cualquier imbécil. Lo difícil es encontrar a alguien con suficiente voluntad para hacer algo con él.”
Y sobre su catolicismo: “hay un pecado sexual y moral (pornografía, sexo libre) y un pecado de opinión, del pensamiento (ateísmo), pero el pecado de matar a otros seres humanos, a miles de ellos, este sí, en cambio, puede ser venial, meros deslices de los hombres buenos (que, puesto que no son ni ateos ni pornógrafos, no dejan de ser católicos)(160).
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INDIGNACIÓN. “He perdido el respeto y la compasión por mi pueblo … No quiero recuperar el tiempo frenético (así lo recuerdo) de antes en Colombia” (15).
“Llorar en compañía es menos malo que llorar a solas”
RELACIONES
“Telarañas cuelgan de las relaciones” (99).
“Los millones de casualidades de las que está hecho un día” (109).
“Soy anticuado, retrógrado. Para mi, la universidad debería ser un templo” (222).
“En esa pachanga navideña no me hallo” (221).
Pero él mismo Héctor Abad hurga en el fondo de su ser para preguntarse:
En los diarios, Héctor Abad muestra la fuerza de ser tajante, es decir, franco de toda franqueza. Así, renuncia a escribir en El Colombiano: Lástima porque no es un espacio libre: es confesional, clerical, pacato. Me publican a mí como cuando se admite un chiste verde en una fiesta elegante cuando la fiesta no está avanzando y el alcohol ha surtido efecto “(214).
Pero el mismo Héctor Abad hurga en el fondo de su ser para preguntarse:
“Y si todas esas ganas de esconderse no fueran otra cosa que una atroz timidez… Es horrible la gente que no se da cuenta de que estorba” (230).
LO TAJANTE, TAJANTE ES…
SOBRE BOGOTÁ. “Bogotá me cae mal… la vida social de acá me parece asquerosa… (406) Bogotá y el ambiente literario allí son un nido de víboras, así que me alegro de vivir en mi cruel MEDELLÍN, donde no tengo amigos escritores ni intelectuales.” (399).
SOBRE FERNANDO VALLEJO. “Tiene esa perpetua actitud desengañada del genio al que no se le reconocen sus infinitos méritos” (382).
“Es un nadaísta sin grupo porque es demasiado egoísta y demasiado inteligente para ser gregario”
MUJERES. Hombre rodeado de mujeres, Héctor Abad sabe que ellas son el centro de la vida:
“Cada mujer, cada amor produce su novela (317). cada relación tiene su alimento imaginario” (319).
Después de referirse a Carmen, la empleada, anota luego de recordar que se levanta a las cuatro de la mañana: “como casi siempre, la mujer es la que más trabaja (233).
SOBRE EL POETA CARDENAL. “No me gusta su doble religiosidad, mística y militante (241).
“no me gustan los poetas… Tienen ese aire, esa altivez de creer que su palabra es la salvación del mundo” (243).
SOBRE SU GRAN AMIGO ALBERTO AGUIRRE. Le pesa. “Tal vez necesito zafarme de su bilis, de su acritud (254).
Sugerencia: averigüe usted lo que dice de Andrés Hoyos (243).
SOBRE CLAUDIA, SU SICÓLOGA. Confirma que: “no soy una persona, sino un cliente que necesita ser ordeñado” (258).
SOBRE (ALGUNOS) MEDIOS: “En El Espectador no me pagan, la columna es gratis. Tengo que cobrar en La Hoja pero en La Hoja tampoco me pagan y me quieren pagar con acciones de La Hoja, una revista que va a quebrar (283).
“Una pareja que escribe diarios al mismo tiempo es la imagen de lo mucho que no puede decirse pese a la confianza, pese a la cercanía” (307).
“Un buen libro debería ser capaz de aguantar una mala traducción” (323).
SOBRE “ESA ELEGANCIA FEA DEL LUJO». (327). “La tentación del arribismo es universal y su único antídoto es la soledad.” (329).
SOBRE GARCÍA MÁRQUEZ. “Convertido en ventrílocuo y amanuense de los poderosos” (328).
“Todo el tiempo García Márquez se dirigió sólo a William (Ospina); fue casi un diálogo con espectadores hasta las dos de la mañana (336)… en todo caso, fui hundido y humillado por ellos en cada ocasión que pudieron hacerlo” (338).
SOBRE PERCEPCIONES. “Los bobos ven cosas distintas, a veces más importantes que las que llegan a ver los inteligentes” (355).
EL DESARRAIGO. “Claro que uno nunca sabe nada de nada y, en cualquier momento, con ese precario oficio de nosotros, quedamos en la calle” (475).
“En vez de leer libros, me pongo a leer rostros” (478).
SOBRE LA FERIA DEL LIBRO. “Filósofos gordos que se burlan de los poetas flacos” (377).
“Los escritores son desesperadamente monotemáticos; creen que el mundo está habitado por otros escritores” (378).
“A mí se me considera superficial porque soy fácil de comprender. Es cierto que muchas ideas profundas son difíciles de comprender” (443).
DICTADORES. Tajante su encuentro con Fidel Castro: es como una misa. “En cuanto Fidel se retira, sin hablar, se acaba la misa. La messa e finita. Ite messa est.
Alguien de la casa de las Américas me lo explica mejor al salir ‘A Fidel no le gustan las personas silenciosas’. La intuición es correcta: si estuve tan callado es porque no confío en él: en ningún dictador. (455).
SOBRE LA EDUCACIÓN. «En el amor y en la escritura, soy así, yo no decido nada, algo decide por mí dentro de mí y cuando me doy cuenta ya es muy tarde.» (462).
Los adultos son educados por las molestias, las interrupciones, el estorbo, la necedad de los niños.
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SOBRE NOEMÍ SANÍN. Es amable con nosotros: “de todos modos, no me gusta ser seducido por el aroma del poder… al mismo tiempo, no pienso que sea la gran mujer de Estado que esperamos” (476).
“Quiero escribir algo sobre los objetos: las cosas inútiles y feas de las que nos vamos llenando sin saber cómo. Las pequeñas imágenes y medallas del Santo Padre, bendecidas por él porque las levantamos el día en que el Papa vino de visita e hizo un gesto al aire con la mano” (490).
SOY QUIEN SOY
Pero en fin de cuentas, quien mejor se conoce es quien mejor se describe, en este caso, Héctor Abad Faciolince:
“Soy un campesino de Antioquia, un italiano convencido, un animal tropical, un sibarita acomplejado, un burgués insensible y barrigón, un pecador católico, un puritano convencido, un animal tropical, un italiano de Turín, un venezolano instantáneo, un canasto de recuerdos de muertos” (497).
“Creo que he descubierto otro motivo de mi angustia: soy un desordenado que odia el desorden. Quiero que las cosas estén limpias y ordenadas, pero no por acción mía, no por mi mano, sino por arte de magia” (508).
“En literatura hay que decir una sola frase: la de la verdad que acaba de suceder y que mi cerebro por algo registra… Nada es mas claro e inmediato que una imagen.”
Y vuelve a la desilusión: “Empiezan a sobrarme esos viajes que hago para conocer sitios desconocidos en los que encuentro siempre lo mismo (554).
“No fui como Borges, un puro intelectual. No fui capaz de serlo.”
Conoce gente “en la frontera entre los negocios y el poder político.” (602).
CONCLUSIÓN
Un libro que sorprende y revela; un libro que, como sucede con el mamotreto de Hafim Badawi, (ver anterior reseña) hay que leer para conocer a fondo a Héctor Abad Faciolince. Deja más huella que otros escritores mediáticos, aunque uno no lo haya visto sino una o dos veces en su vida…
Espere la reseña del tercer mamotreto: «La era del capitalismo de la vigilancia» de Shoshana Zuboff.
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*Los números se refieren a la página en el libro.
1. Maria Teresa Herrán es una reconocida periodista, con maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de Paris II; fue presidenta del Círculo de Periodistas de Bogotá y dirigió la Maestría de Periodismo de la Universidad Javeriana, así como el Programa de Comunicaciones de la Universidad Central. Dirigió la revista Alternativa en su segunda época y fue la primera mujer en dirigir un noticiero de televisión. Ha sido investigadora y publicado numerosos libros pero hoy en día, prefiere autodenominarse comentarista, abuela cibernauta, poeta y artista plástica. Publicó un libro de poemas y escribe un blog que se llama «Opinar es debatir sin pelear» https://mariatherran46.blogspot.com/ en donde comenta sobre temas de actualidad.
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