Por John Brian Cubaque

 

Guatavita: laguna dorada

Llegar a Guatavita es una experiencia inigualable. Sentimos que estamos muy cerca de nuestro pasado ancestral, de uno de los mayores mitos del nuevo continente: la leyenda de El Dorado; ampliada y reforzada por la avaricia que produjeron los objetos de oro que los habitantes originales muiscas presentaban como regalos tras la llegada de los conquistadores españoles; la más poderosa razón por la que el imperio español se pudo mantener durante más de 200 años y que hicieron tan apetecido el Nuevo Mundo.

Balsa Muisca. Esta pieza muestra el ritual que realizaban los indígenas en la laguna. Foto twiga_swala/Flicker

La leyenda

El Gran Zaque de Guatavita realizaba un ritual cada año para el equinoccio (cuando el sol se encuentra más cerca de la zona ecuatorial) como un homenaje al dios Xué (el Sol) que consistía en hacer un vertimiento de piezas de oro durante la navegación en una balsa de madera en aguas de la Laguna Sagrada (una maravillosa pieza que recrea el ritual, se puede ver en el Museo del Oro en Bogotá).

El Zaque se ungía con aceites y luego era impregnado con polvo de oro. Vestía collares, pectorales, tobilleras y pulseras también de oro que le daban realce y majestuosidad; iba acompañado de cuatro sacerdotes y una vez en el centro de la laguna se sumergía por un momento y dejaba los objetos de oro que llevaba como ofrenda. Era una fiesta de toda la comunidad que se reunía alrededor, presenciando e invocando la lluvia para las buenas cosechas así como el bienestar de todos.

Guatavita y el embalse de Tominé

La población queda a menos de una hora de Bogotá (53 km) viajando en bus o en automóvil, por la autopista del norte y hace parte del circuito turístico de Bogotá. Sesquilé la antecede y las dos poblaciones quedan a diez minutos en carro de la entrada a la laguna sagrada.

Guatavita tiene una arquitectura estilo colonial, con paredes blancas y techos de barro.
Represa de Tominé.
En Tominé. Vista de la laguna desde el camino.

El poblado original de Guatavita fue inundado para construir el embalse de Tominé que nutre de agua a Bogotá y de energía a las poblaciones del norte de Cundinamarca. Caminar hasta el embalse es una gran experiencia por la vista espectacular que tiene y la tranquilidad que se vive por estar rodeada de bosque. Se puede navegar en pequeñas lanchas por el embalse que se alquilan en el embarcadero del Club de Pesca.

El Pueblo “nuevo” fue construido con las características arquitectónicas del pueblo original con casas blanqueadas y con techos rojos hechos de barro cocido y pisos en el mismo material o con tabletas de gres de bellos motivos florales y geométricos; cuenta con una plaza de toros, que recuerda esa herencia cultural española de las corridas de toros pero que actualmente solo se utiliza para eventos especiales, pues han sido prohibidas por la presión de los grupos animalistas. Es muy conocido el “Puente de los enamorados” que para la época de navidad es adornado con un bello alumbrado. En la esquina cercana hay un excelente café-bar donde también puede encontrar un buen carajillo (bebida a base de panela con clavos y canela, a la que se adiciona una copa de aguardiente) para calentarse por el frío ambiente.

Lugares como la Alcaldía Municipal, la Casa de la Cultura, 17 plazoletas, el Puente de los Enamorados, la plaza central, el centro artesanal y la hermosa Fuente de la Cacica, están conectados por calles de piedra y adoquín. En el centro artesanal se encuentran artesanos especializados en tejidos de lana y piezas de cerámica que recuerdan ese pasado ancestral.También encontramos restaurantes donde se sirve el plato preferido de los visitantes: la trucha en diferentes preparaciones y locales especializados en postres regionales como las fresas con crema, las obleas, el merengón y la leche asada. También se pueden encontrar bebidas como el masato de arroz o de maíz y un excelente café para acompañar los postres.

Laguna de Guatavita. Fotos John Brian Cubaque

La Laguna Sagrada

Hacer el recorrido hacia la laguna es muy agradable y reconfortante; puede comenzar a las 9 o a las 11 de la mañana y tiene una duración aproximada de una hora 30 minutos. La entrada cuesta $24.000 pero para mayores de 65 es de solo $12.000. No se requiere ropa especial paro es mejor llevar zapatos cómodos, agua y un sombrero o cachucha para protegerse del sol.

La subida es algo empinada pero segura
La caminata toma casi una hora, sin embargo, no es pesada y se hacen algunas paradas educativas en el camino.

 

La visita se realiza con el acompañamiento de guías muy amables, que comparten sus conocimientos sobre la historia de los pobladores que habitaron este territorio, sus costumbres y algunas anécdotas. Desvirtúan algunas creencias populares como las expediciones que intentaron vaciar la laguna para recuperar el Gran Tesoro. Comparten las propiedades de las diversas plantas y nos invitan a tomar conciencia sobre la importancia de crear balance entre el hombre y la naturaleza, es un lugar muy bonito y tranquilo.

Se asciende por senderos que tienen muchos escalones con barandas para seguridad de los caminantes, hasta llegar a la laguna, la subida se hace a un ritmo que cualquier persona puede seguir; de todas maneras es bueno tomar algunas previsiones para evitar inconvenientes, como llevar agua y haber tomado un buen desayuno. Al llegar, la vista es sobrecogedora y el paisaje, con predominancia del color verde, que se divisa desde los 3.100 msnm. donde se encuentra la laguna, es magnífico; la sensación de paz y tranquilidad se respira todo el tiempo. Le recomendamos quedarse algunos minutos adicionales respirando aire puro y contemplando la belleza del lugar.

Laguna de Guatavita

La salida no es por el mismo lugar que ingresan y se requiere tomar un transporte adicional al final del recorrido para regresar al estacionamiento. El regreso a Bogotá se puede hacer desde la salida de la laguna.

Visitar a Guatavita produce en el viajero una gran experiencia mítica, espiritual y gastronómica. La paz y la tranquilidad que se respiran tanto en el pueblo y el embalse de Tominé como en la Laguna Sagrada, son inigualables. El contraste entre el frío de la mañana y el sol de mediodía son parte de las agradables sensaciones que se viven en Guatavita. Vale la pena el viaje!