Por María Teresa Herrán1
Para que alguien escriba un mamotreto y para que alguien se atreva a leerlo, tiene que ser muy profundo o innovador.
Tres mamotretos leídos el año pasado fueron una buena compensación de otros libros no mamotréticos que poco valieron la pena. Los recomiendo sin duda, a pesar de ser Colombia un país de escasos lectores de mamotretos.
Ventaja: los mamotretos no compiten con la velocidad.
El primero fue “La historia urgente del arte en Colombia” de Halim Bawadi, publicado en quintopiso.net el 26 de enero
El segundo, “Lo que fue presente», (Diarios de 1985-2006) de Héctor Abad Faciolince, publicado en nuestra página el 28 de febrero.
Agrego ahora el tercero, muy diferente y especial para la lectura en el 2021: traducido al castellano (por cierto pésima traducción en los comienzos pero que mejora después del capítulo primero); se trata de:
LA ERA DEL CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA
La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder
SHOSHANA ZUBOFF
PAIDÓS, 910 páginas, 2020
El sociólogo Manuel Castells, hoy ministro español de Universidades fue el precursor del análisis de la nueva era de la información (vol. I, La sociedad red; vol. II, El poder de la identidad; y vol. III, Fin de milenio), además de La Galaxia Internet.
Todos mamotretos fundamentales. Todos prohibidos para lectores apresurados.
Shoshana Zuboff es la autora de lo que vino después y que todo cibernauta o aficionado a internet también debería leer para enterarse de lo que es el Capitalismo de la Vigilancia, CV.
El nombre no me gusta, por lo menos en su traducción al castellano. Porque de lo que se trata, más que de la vigilancia, es de la extracción productiva de nuestra intimidad, y dentro de poco, de nuestras emociones, de no ponerle “tatequieto» para defender a los usuarios.
Qué nos gusta, qué compramos, la personalización de nuestro ser consumidor se han vuelto un camino perfecto para la venta de nuestros datos a las agencias publicitarias o directamente a las empresas. Por eso Internet, que empezó gratuito y abierto, se ha vuelto un mercado persa publicitario.
Cada vez más, ante ese avance del CV, surge una pregunta fundamental de la autora, que muy pocos se hacen. Sin embargo, tiene que ver con nuestros –supuestos– derechos fundamentales a la intimidad, a la privacidad, pero también, a ser dueños de nosotros mismos y de nuestro futuro, cuando lo comercial lo quiere predecir al seguir nuestro rastro:
¿“Quien es el dueño de nuestros datos”?
Parece evidente que cada uno de nosotros; pero la realidad comienza a ser diferente, sin percatarnos de que nos usan.
La ventaja del libro de Zuboff es responder a la pregunta, demostrando que un puñado de nuevos y poderosos capitalistas, sin ser dueños de nosotros, y con evidente «secretismo», se aprovecha indebidamente de esos datos. Sin embargo, por cierta ingenuidad consumista –pienso yo– creemos que no importan.
Por ahora tienen una enorme importancia en el muy evolucionado mundo de la publicidad. Pero no la publicidad tradicional y viejona; ni siquiera la publicidad que descaradamente interrumpe cada vez más los artículos que intentamos leer por internet. No: esa publicidad invasiva se vuelve un componente decisivo de lo que la autora llama la tercera modernidad. Es el uso y abuso de los grandes que ahora dominan al mundo.
La tercera Modernidad
Esa “tercera modernidad”, después de la imprenta y de la revolución industrial, es un nuevo capitalismo, de similar trascendencia para la humanidad. Une los conceptos de libertad (libertad del mercado, claro está), y la herencia de una época en la que floreció el neoliberalismo a lo Reagan, Bush y similares, que, desde luego, se opuso a cualquier regulación, dejando el campo libre a la voracidad cibernáutica.
Es un nuevo capitalismo, porque esos grandes tienen un sistema de producción diferente –minuciosamente explicado por la autora– y ganan sumas antes impensables. Porque la mayoría de los habitantes del mundo nos quedamos en el estereotipo: Bill Gates, Mark Zuckerberg (Facebook) y sobre todo (Google). Pero ya no son los muchachos descomplicados, genios de tenis, que trabajaban en los garajes de sus casas. Veamos un resumen telegráfico:
Apple (Steve Jobs); Mac, IPad; IPhone) murió de cáncer de páncreas. Acusó a Gates de «robarle» la idea de Windows.
Microsoft: (Bill Gates), 64 años. Fortuna: US $109 mil millones, segundo hombre mas rico del mundo
Google: (motor de búsqueda) fundado en 1998 por Larry Page (47 años -USA) y Sergei Brin –ruso (U. de Michigan), los dos estudiantes de posgrado de la U. de Stanford, US$ 50.000 millones. Dueños también de YouTube, Android y Chrome. Crearon el conglomerado Alphabeth Inc. dirigido hoy por Sundar Pichai, que cobija todos sus productos: Google Drive, Google Ads, Blogger, Google Web designer, Google Analitics, etc.
Amazon: (Jeff Bezos) U. de Princeton. 42% del mercado de libros de papel y 88,9% de libros electrónicos. El hombre más rico del mundo.
Facebook: Mark Zuckerberg, que tiene 1 super voto como accionista con lo cual maneja su conglomerado (que incluye Instagram y Whatsapp).
Twitter: Jack Dorsey, Noah Glass, Evan Williams, Biz Stone. US$35 mil millones.
(Datos 2016 tomados de “La era del capitalismo de la vigilancia”).
Más allá de sus fortunas colosales, hechas en parte, como lo demuestra la autora, por venta subrepticia de datos, los caracteriza también la voracidad por convertir en rendimiento económico los rezagos de datos que la tecnología llama “máquinas inteligentes y la economía “excedente conductual”.
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Un ejemplo entre muchos en esas 910 páginas: la aspiradora IRobot guarda datos de sus clientes, en particular planos de su casa. Si el cliente no acepta la letra pequeña de los manuales de uso, pierde parte de los atributos de su aspiradora.
Otro ejemplo entre miles: el teléfono celular se convierte en dispositivo de rastreo para la vigilancia corporativa (329)*. Y las reglamentaciones en materia de datos de salud no tienen en cuenta los rastreos digitales, que acumulan datos sobre usted, obviamente, sin su consentimiento.
Ojo: En esos manuales previos al uso, que casi nadie lee, el consentimiento es lo que menos interesa a los receptores de datos (342).
Algunas frases:
Por ignorancia, lo que la autora llama “colectivo de la colmena”, la gente –es decir, Ud, yo y el resto de usuarios– “se impone una dictadura de la ausencia de alternativas”(343). Dicho de otro modo: como todo el mundo navega, nadie se preocupa por cuestionar o se interesa por las consecuencias.
Así como las primeras fábricas de la revolución industrial dinamizaron la propensión a consumir, así la personalización viene a ser el equivalente en el siglo XXI (348).
Escrito de otro modo:
“Antes buscábamos a Google, ahora Google nos busca” (354).
Y las estrategias se vuelven exponenciales, en todos los aspectos de nuestra vida, cada vez más personalizados:
“Amazon, Google y Microsoft usan esos análisis de audio para mejorar los algoritmos de sus sistemas de voz» (355).
Este nuevo capitalismo, según la autora, afecta también a los niños y adolescentes porque capta su excedente conductual: la muñeca “Mi amiga Cayla” (359) se prohibió en Alemania por considerarla un dispositivo de vigilancia ilegal y Juguetes Mattel incorporan inteligencia de máquinas y conexión a Internet.
Mark Zuckerberg declara en 2012:
“Los usuarios de Facebook no pueden dar por supuesto que la privacidad sigue siendo una norma social”. Pregunto: ¿Será esta una verdad revelada que nos lleva a abandonar nuestros derechos fundamentales?
Tan solo poco a poco, tanto las legislaciones como los tribunales, van atendiendo generales, situaciones, casos y demandas, como la interpuesta contra Facebook por los fiscales de 48 Estados de EEUU, o multas de la Unión Europea. Sobra decir que en estos temas, nuestra jurisprudencia, incluida la de la Corte Constitucional, está en pañales.
Pero hay esperanza. Gracias a Ciro Angarita, visionario y luego magistrado de la naciente Corte Constitucional, un pequeño párrafo del artículo 15 de nuestra Constitución, cuya proyección como derecho humano fundamental poca gente entendió en su momento, abre camino para un amplio desarrollo:
«En la recolección, tratamiento y circulación de datos, se respetarán la libertad y demás garantías consagradas en las Constitución.»
Y ¿el futuro?
De no hacer nada, es decir, solo limitarse como rebaño humano a aquello que la autora llama “la indiferencia radical”, y yo llamaría “me importa un c…”, la intromisión abusiva en nuestros datos irá en aumento.
El paso siguiente de los grandes de la nueva era es la “intromisión en video” de nuestras expresiones faciales y lo que revelan, que se vuelve producto vendible en el mercado de datos. En 2014, ya Facebook había registrado la patente de «detección de emociones»(387).
Testimonios como el de Rosalynd Picard, citados por la autora, muestran que quienes querían usar la detección de rasgos para buenas causas terminan perdiendo la batalla.
Esa científica egresada de MIT, especialista en Affective Computing utilizado por ella como apoyo a sicólogos y que luego creó una empresa, fue despedida por el director cuando empezó a cuestionar los alarmantes efectos en el campo publicitario (385)
En medio de peleas entre unos y otros, que surgen de la voracidad por el poder, Facebook registró en 2014 patente de mercado de esos datos de comportamiento emocional.
La autora tiene a Ana Arendt entre sus autoras favoritas (en particular por «Los orígenes del totalitarismo”) y considera que el lenguaje de Mark Zuckerberg es “instrumentario totalizador” cuando justifica su control de la empresa (681)
A Shoshana Zuboff no le queda duda: esa nueva versión del capitalismo es antidemocrática y totalitarista, además de producir poco empleo:
En 2016, Google ganó US$ 532.000 millones y su planta de personal solo llega a setenta y cinco mil personas; en cuanto a Facebook reportó US$ 332.000 millones con planta de personal de solo 18.000 (553)
A mi modo de ver, la parte más frágil de su trabajo es la de sus esperanzas en cuanto al periodismo profesional, cuya crisis no es menos compleja (pero ese es otro cuento).
En todo caso, su mayor preocupación es cómo el foco de atención ha pasado de las «máquinas que modifican la atención de los cuerpos a las que modifican comportamientos humanos» (683) todo lo cual ha llevado a debilitar el concepto mismo de la democracia.
Califica como “cruel perversión del capitalismo y de las capacidades digitales” la tercera modernidad (685) y se muestra de acuerdo con Tomas Piketty, resaltando el “crucial papel” de la opinión pública
Zuboff concluye: «Rompamos el hechizo de la fascinación, de la impotencia, la resignación y el entumecimiento» (692)
Usted puede pensar que ese análisis de Shoshana Zuboff es catastrofista. Tal vez prefiera el torbellino digital y la angustia de la velocidad. Pero, en todo caso, no deje de cuestionar su futuro y el de sus hijos por simple adicción, indiferencia o pereza radical frente a esa nueva e inconcebible “perversión de la humanidad” supuestamente moderna.
No se trata de dejar de utilizar Google, Facebook, Whatsapp, Spotify o similares, sino de entender que todo tiene un límite en cualquier sistema económico, y más si deteriora los conceptos de democracia o libertad humana, convirtiéndonos en rebaño («colmena», la llama Shoshana Zuboff)
Y tal vez entonces comprenda Ud. que el contenido de mamotretos como este puede ser más ilustrativo que el galope de una tecnología consumidora de esclavizantes novedades.
Piénselo con calma en el 2021.
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*Entre paréntesis, las páginas del libro
1. Maria Teresa Herrán es una reconocida periodista, con maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de Paris II; fue presidenta del Círculo de Periodistas de Bogotá y dirigió la Maestría de Periodismo de la Universidad Javeriana, así como el Programa de Comunicaciones de la Universidad Central. Dirigió la revista Alternativa en su segunda época y fue la primera mujer en dirigir un noticiero de televisión. Ha sido investigadora y publicado numerosos libros pero hoy en día, prefiere autodenominarse comentarista, abuela cibernauta, poeta y artista plástica. Publicó un libro de poemas y escribe un blog que se llama «Opinar es debatir sin pelear» https://mariatherran46.blogspot.com/ en donde comenta sobre temas de actualidad.
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