Por María Teresa Herrán*
Reseña
El infinito en un junco
Irene Vallejo
La invención de los libros en el mundo antiguo
Siruela, Biblioteca de ensayo. 2019
452 páginas
Premio Nacional de Ensayo 2020. España
1- ¿Qué me gustó de Irene Vallejo?
Nada más agradable que “descubrir” un escritor o una escritora. Por lo general, uno descubre un libro y se compenetra con un tema, por lo general afín, en una de esas afinidades electivas que nos van capturando. Rara vez, en cambio, más allá de un estilo, uno encuentra en un autor -en este caso autora desconocida- algo más.
A mí me pasó, por ejemplo, con Albert Camus, con el cual fragüé una amistad inalterable en el transcurso de mi vida. ¿Por qué? Porque, ante todo, me impregnó de su personalidad al no aceptar que la rebeldía era algo a lo que podía renunciarse, aún en la más absurda de las situaciones. El impacto de sus frases cortas, en las que no cabe sino lo que tiene que caber. El peso de cada una de sus palabras. Los peculiares rasgos de sus comunes y corrientes personajes.
En el caso de Irene Vallejo, de la que –¡oh ignorancia!- nunca había oído hablar, a lo agradable se unió lo sorprendente. ¿Quién es exactamente una filóloga? Google, como siempre, me ayudó: “persona que se dedica al estudio de la filología”. Valiente ayuda. Pero Wikipedia me llevó a algo más preciso: “Estudio de los textos escritos, a través de los cuales se intenta reconstruir, lo más fielmente posible, el sentido original de éstos con el respaldo de la cultura que en ellos subyace”. Por ahí es la cosa- pensé al final de la lectura. Y al encontrar con ella el infinito de los juncos. Una persona que se interesa de manera tan agradable al infinito de un junco, tiene que ser muy especial.
«Muy bien escrito, con páginas realmente admirables; el amor a los libros y a la lectura son la atmósfera en la que transcurren las páginas de esta obra maestra. Tengo la seguridad absoluta de que se seguirá leyendo cuando sus lectores de ahora estén ya en la otra vida».
Mario Vargas Llosa
2- ¿Qué me gustó del tema?
Nunca pensé que un libro en sí pudiera ser un tema. Y, sin embargo, es, con Irene Vallejo, el tema más importante de una cultura. En este caso, que nace en oriente, pero, en este caso, se queda en oriente y occidente. Es decir, en nuestra esfera completa, y, en parte, gracias a los seres anónimos que, ayer, hoy y tal vez mañana, amamos leer.
Pero lo que me gusta del tema y de la autora es su definición latente como escritora, en la cual lo académico nunca pretende imponerse más allá de darle sustento al aspecto profundo de lo que es cultura: todos esos pedacitos de humanidad determinan comportamientos que, sumados, le dan el sello a lo que caracteriza una época, una ciudad, un estilo, una manera de ser, una manera de definir lo que le gustaba o no le gustaba a la gente. Rastrear cómo se pasa del junco al rollo, del rollo al libro, del libro a la imprenta, de la imprenta al ciberespacio y, en cada paso, escudriñar cómo se abre el infinito. Es el trabajo de una mujer cuya personalidad trasluce como esencial para haber hecho ese minucioso recorrido más por pasión que por sapiencia, pero también, más por sapiencia que por pasión.
Y digo mujer, porque ponerle atención a lo femenino y a la mujer es una presencia constante en Irene Vallejo, en su recorrido que a veces en este campo se vuelve proselitista, pero, en el que, en todo caso, encuentra “el aroma de la vida cotidiana”, ese que nos enternece con la impronta de su personalidad (pág. 378).
3- ¿Qué impresión guardo de esa lectura?
Me impresiona cómo, además de hacerme descubrir el minucioso correr de los días y de las paciencias humanas para que una cuchara siga siendo cuchara, o una rueda una rueda, nos recuerda también que un libro es un recipiente de conocimiento y de infinitos. Cualquiera que sea su formato, expresa el deseo humano de perdurar.
Asombra descubrir, además, llevada de su mano por el camino, discretos encantos a las listas (158); o el placer de enumerar (160), o recordar títulos de películas como Fahrenheit 451 que es la temperatura en que arden los libros, o el vínculo del teatro como insospechada cuna de lo audiovisual, que une ojos y oralidad. (177).
«Un libro es un recipiente de conocimiento y de infinitos. Cualquiera que sea su formato, expresa el deseo humano de perdurar.»
María Teresa Herrán
Porque Irene Vallejo logra la proeza de algo que solemos olvidar: que lo antiguo y lo moderno se parecen mucho más de lo que creemos. Lo hace de manera circular, yendo y viniendo a través de la historia. Es decir, llevándonos a compartir su pensamiento y su búsqueda, que no intenta demostrarnos sino impregnarnos.
Sin duda, pocos autores logran avivar en nosotros lo que terminaremos por presentir en la medida en que vamos excavando en el texto. Ella lo hace con una frescura inalterable, a diferencia de muchos académicos que buscan meternos a la fuerza en la selva de lo que intentan exponer. Pero ella sabe de lo que habla y acierta en no plantearlo con ostentosa erudición sino en contarlo, con sentido del humor, del amor y -perdonen la redundancia-, de la sensibilidad…
La globalización, sus alcances y limitaciones es otro tema inesperado en su afición por comparar las civilizaciones antiguas y modernas como la nuestra con la romana y la griega, tan diferentes, pero todas tan similares cuando se trata de riqueza, poder, desigualdad, lenguajes perdurables, in y out.
Después de leerlo durante varias semanas y sin dudarlo, coloqué el libro de Irene Vallejo en el estante especial, al lado de mi inseparable Camus. Porque un junco también abre un mundo infinito cuando alguien busca ese mundo, lo encuentra y lo comparte.
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* Maria Teresa Herrán es una reconocida periodista, con maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de Paris II; fue presidenta del Círculo de Periodistas de Bogotá y dirigió la Maestría de Periodismo de la Universidad Javeriana, así como el Programa de Comunicaciones de la Universidad Central. Dirigió la revista Alternativa en su segunda época y fue la primera mujer en dirigir un noticiero de televisión. Ha sido investigadora y publicado numerosos libros pero hoy en día, prefiere autodenominarse comentarista, abuela cibernauta, poeta y artista plástica. Publicó un libro de poemas y escribe un blog que se llama «Opinar es debatir sin pelear» https://mariatherran46.blogspot.com/ en donde comenta sobre temas de actualidad.