De pronto se encendieron las luces. La escenografía, compuesta por algunos caballetes y papeles en una mesa (luego sabremos que son imágenes de pies) y un espejo. El espejo es un elemento importante dentro la puesta en escena de su espectáculo: está ligeramente inclinado para que el público pueda apreciar sus movimientos. A medida que toma sus reproducciones y las cuelga en los caballetes, nos va mostrando, sutilmente, a través del espejo, los momentos de sus pinturas.
Con un vestuario sobrio -negro, que resaltaba su figura en el escenario-, exhibe esa fascinación por el flamenco y por sus formas, que la llevaron a plasmar con acuarelas los pasos del baile a través de sus propios pies. El ambiente de taller de arte y de salón de ensayo, le dan al montaje una atmósfera intimista y delicada, mientras ella baila con el deleite que tenemos cuando lo hacemos para nosotros mismos.
Sobriedad, destreza, creatividad e ingenio son algunos de los adjetivos que resumen su presentación. Sorprendió a propios y extraños por su sensibilidad y soltura. Todos esperaban un baile como los que sabe hacer, pero fue más que eso: fue una puesta en escena de su leitmotiv pictórico y de su gusto y pasión por el baile. El flamenco en una dimensión íntima y espiritual a la que no estamos acostumbrados.
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Otro aspecto de reflexión fue la lectura entre acción y acción, de frases cortas relacionadas con la creación y la danza (el epígrafe es una de ellas, las otras acompañan este texto). Con la música en guitarra del maestro Niko Cortés en el fondo, el escenario de Casa Valhalla, en el barrio San Felipe de Bogotá, se llenó de intimidad flamenca. Fue un momento de exploración interna, muy elocuente, de solo 8 minutos, que remató con un sencillo y elegante baile por tangos (ritmo flamenco), que logró imbuirnos en su esencia pictórica y en su deleite flamenco. (Aplausos)
«La danza no está en el paso, sino entre el paso y paso. Hacer un movimiento tras otro no es más que eso movimientos. El cómo y porqué se liga y qué se quiere decir con ellos, eso es lo importante.«
Antonio Gades
Alba Lucía Paredes es diseñadora, artista plástica y docente; ha tenido el interés por el flamenco desde hace muchos años, ella dice que desde chiquita, -ahora tiene 68 años- pero con el que apenas pudo tener contacto directo desde hace un poco más de diez años. Ese gusto por el baile, además de ser su pasión, es también su inspiración pictórica; no solo le ha reportado satisfacciones personales a través de presentaciones individuales o en grupo, sino que además, ha sido su desfogue, alivio y catarsis en los momentos difíciles por los que ha pasado en los últimos años.
La artista a desarrollado una serie de acuarelas titulada “Autorretrato Flamenco” en la que sus pies son protagonistas en particulares momentos del baile y los ha exhibido en algunos escenarios y galerías; la sala Valhalla es una de ellas. Pero su momento culminante fue ese íntimo y particular ‘performance’ realizado durante la inauguración del Festival Flamenco de Bogotá, en julio de este año, y que culminó con esta frase inspiradora:
No importa la edad que tenga, si mantiene el deseo de ser creativo, no envejecerá
John Cassavetes
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