Por María Teresa Herrán*

Reseña

“Sin verlo venir”

Laura García

Autobiografía
Planeta, 330 páginas

Ella, la mejor actriz de Colombia, la Diva atrevida. Pero el estereotipo se agota antes que la mujer real. Y más ahora, cuando acaba de salir su libro, “Sin verlo venir”: una explosión de sus fuegos artificiales, un torrente de palabras, y de improperios bien colocados, para que sacudan. 

Desde el comienzo, nos lanza un reto a los lectores para “épater le bourgeois”, como dirían los franceses: la descripción de sus amantes debidamente numerados #1, #2… sin que en fin de cuentas importe quienes fueron, con lo cual nos obliga, de una vez, a saltar el obstáculo de la pudibundez de hombres y mujeres. De los hombres, porque a algunos les encanta hablar de sus proezas sexuales pero enrojecen cuando se trata de las de las mujeres. Y las mujeres, porque el feminismo latinoamericano llega muchas veces al me too pero no al clítoris.

Una vez supera usted el reto de una primera borrachera lectora, entra en materia, que es la vida misma, su expresión en palabras. Expresión en frases como “rabia interna en piedra gótica y cenicienta». Una literatura en la que se funden, con la sensibilidad, el cuerpo y sus órganos – no solo los del placer sino también los reproductivos. Sin dudas ni remilgos.

«Es una fiera indomable en conocimiento intelectual, cuyos ojos advierten que no se deja rajar por quien lo intente; un ego insaciable en la observación y la interpretación de su propia vida»

La autora empieza con una barrera de entrada -como dicen los economistas- para que, en este caso, como gancho literario, no puedan entrar mojigatos ni mojigatas: esa lista reiterada de sus amantes que parecen disertaciones cartesianas debidamente numeradas, como una prohibición para que la chismografía no piense lo que debe pensar (¿Quien era? ¿Cuándo fue?). No señores y señoras, Ella NO es una Corin Tellado. Pero, eso sí, es una fiera indomable en conocimiento intelectual, cuyos ojos advierten que no se deja rajar por quien lo intente; un ego insaciable en la observación y la interpretación de su propia vida; una maestra con un bagaje cultural que no solo le es dado por la actuación en las obras más profundas y universales del teatro, (Ibsen, Neruda, Becket, Quevedo y otros muchos). El deseo siempre latente de comprender, masticar y deglutir cada autor, cada obra, cada trozo. 

Laura la actriz. Aquí como la sufrida esposa en «El coronel no tiene quien le escriba» de García Márquez, con Germán Jaramillo, en el Teatro Colón de Bogotá en 2022. Foto: archivo particular

Si, por supuesto, es Laura García, la asombrosa. Su autobiografía “Sin verlo venir”, le abre de par en par las puertas como escritora. Y la coloca en un lugar inalcanzable para la pacatería de hombres y mujeres. Ojalá no se quede ahí, en las profundidades de su propio ego, ese que esculca por todos los rincones de su cuerpo y de su cerebro ( pues no cree en Dios y no sé si en las almas, pero sí en las reconditeces de su ser). Desde allí relata cómo ha sido su vida de gran intérprete del teatro clásico, pero también, como todos los colombianos lo saben, de García Márquez. 

Maestra de actores, da consejos sin darlos. En fin de cuentas, sobre la manera como lo real y lo teatral se confunden. Brota su resiliencia ante la crueldad de la vida que le quita dos hermanos, el padre y la madre. Se siente su capacidad de decidir lo que quiere y no quiere, de superar el sufrimiento por las desgracias que asoman en su familia y podrían trastornarla, pero que afronta a punta de terquedad. 

No hay en Colombia ni en la -a veces- apocada América Latina femenina, una mujer tan audaz y tan impactante en los escenarios. Pero lo es a punta de su mayor característica, que no es un aparente sarcasmo, sino la fuerza de voluntad, de la cual se derivan la disciplina, el deseo de ir al fondo mismo de las esencias, la importancia, si, del “meimportaculismo” pero como escudo, la alegría de leer, y, sobre todo, el reto. ¿Reto a su timidez vencida? Sobre todo, el reto de explorar su intimidad hasta las últimas consecuencias, que no es esa muerte a la que se ha acostumbrado nuestro país, sino lo único que la pone en la rienda: Colombia. Es la Libertad con mayúscula, de reconocerse y aceptarse a sí misma. 

¡Ay las ventajas de ser bella y de saberlo! Al lado de ella, los hombres se ven minúsculos, salvo su hijo y su nieto. Porque también es la abuela sensible que se derrite con ese nieto, es la que relata su primer orgasmo tímido de adolescente, la que encuentra el adjetivo exacto para describir “el aguacero” de su pelo, la que “nació condenada a ver todas las cosas de un asunto” como el personaje de O´Neill. “Los actores somos actores porque amamos, como los niños, jugar a que se es otro. Peor o mejor”-escribe. Pocos como ella han descrito “ la adrenalina del deporte de fingir “ o de describir cómo “se compone emocionalmente un personaje”

«El reto de explorar su intimidad hasta las últimas consecuencias, que no es esa muerte a la que se ha acostumbrado nuestro país, sino lo único que la pone en la rienda: Colombia. Es la Libertad con mayúscula, de reconocerse y aceptarse a sí misma.»

Le produce, con razón, un dejo de amargura cuando le preguntan : “Y Ud en qué trabaja? Contesta “Soy actriz”. Se imagina uno que la rabia le debe asomar por los ojos, fulgurante, cuando ignorantes de dedito parado reinciden y re-preguntan : “Si, pero ¿en qué trabaja?

Laura García, la mujer. Foto: Milton Díaz

Laura García: Una actriz consumada a la que le gustan los diccionarios y poner palabras distintas a lo que describe, como apoquinar. Una minuciosa redondeadora de frases, con ácido sentido del humor, no solo por sus listas sino en sus párrafos, algunos de los cuales se le quedan a usted incrustados por bellos. (ejemplo entre muchos: página 135 sobre el arte o 239 sobre el dolor). Un libro que deberían leer todos los estudiantes de las tímidas escuelas de actuación colombianas, para entender qué es “componer emocionalmente un personaje», o los rituales previos a la entrada en escena. Muy distinto de soñar aparecer en cuñas publicitarias.

Una escritora de racamandaca que hace frases como “a los niños no hay que condonarles las penumbras”; que sabe describir desgarramientos y que rechaza, como puede suponerse, “el star system”. Ella, la que penetra en “embelecos de la actuación” y los detalla. Una literata que tiene el sentido del suspenso, de responder anticipadamente las preguntas que el lector no deja de hacer. Pocos como ella tienen la capacidad de traducir lo que es actuar, de flotar por encima del poder pero amarlo, de hacer malabares con las palabras, de ser intensa y luego, súbitamente, enigmática, de tal manera que uno no sabe si está actuando o escrutando. Una escritora, en fin, que sube el nivel de sus congéneres al atreverse por linderos estéticos, muy distantes de lo light.

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Maria Teresa Herrán es una reconocida periodista, con maestría en Ciencias Políticas de la Universidad de Paris II; fue presidenta del Círculo de Periodistas de Bogotá y dirigió la Maestría de Periodismo de la Universidad Javeriana, así como el Programa de Comunicaciones de la Universidad Central. Dirigió la revista Alternativa en su segunda época y fue la primera mujer en dirigir un noticiero de televisión. Ha sido investigadora y publicado numerosos libros pero hoy en día, prefiere autodenominarse comentarista, abuela cibernauta, poeta y artista plástica. Publicó un libro de poemas y escribe un blog que se llama «Opinar es debatir sin pelear» https://mariatherran46.blogspot.com/ en donde comenta sobre temas de actualidad.