“Crear una sola flor es trabajo de siglos.”
William Blake

Por: Alfonso Nieto G.

Casiano Salcedo, un jardinero científico

Casiano Salcedo (Bogotá 1826 ¿? – Bogotá 24 de febrero 1918), fotografía tomada por Guillermo Ortiz en 1916.1

La modulación del paisaje urbano en Bogotá con sus plantas de follaje, flores, arbustos y árboles se debe mucho a la mano, gusto, entrega y estudio del autodidacta Casiano Salcedo quien tuvo mucha participación en el diseño de los jardines, plazas, alamedas y parques que iniciaron la conformación de la ciudad a finales del siglo decimonónico como se enunció en la 2ª. Parte de esta exploración. Casiano Salcedo es considerado “la figura más importante de la jardinería en la segunda mitad del siglo XIX en la ciudad2. Don Casiano, aparte de diseñar y sembrar, también vigilaba de la adaptación y del buen crecimiento de las plantas entregadas a su cuidado, y pasaron por sus manos, al decir por él mismo, el parquecito de Santo Domingo, el parque Centenario, Los Mártires, Bolívar –que lo inició Guillermo Kalbrayer–, el jardincito del Observatorio, la arboleda del camellón de las Nieves, además del jardín del edificio de la gobernación de Cundinamarca y los jardines de los parques de los Mártires y de Santander3. Otros trabajos para los que era contratado tenían que ver con arreglos florales para iglesias, fiestas, banquetes, celebraciones de bodas, etc., lo que hizo que fuera muy reconocido en la sociedad bogotana de la época.  

Casiano fue un agricultor inquieto, importó árboles y plantas ornamentales, semillas de hortalizas y flores. Tuvo una biblioteca de botánica y de jardinería y aprendió a leer en francés, también trabajó como sastre y pendolista afirmando que tuvo que copiar muchos documentos en inglés “sin entender ni jota del idioma4.  Se relacionó con importantes personalidades políticas e influyentes como Rafael Núñez, José Cipriano de Mosquera, Manuel Murillo Toro, Miguel Salgar, José Cenón Padilla y trató con el jardinero inglés Robert Thomson, además de mantener correspondencia y relaciones comerciales con el botánico y horticultor belga Louis Benoît van Houtte de Gante quien le despachó plantas y semillas. También fue cliente durante varios años de la famosa y legendaria Casa Vilmorin de París e importaba sus semillas.

Fue importador de camelias y desarrolló la producción de azaleas a partir de unos “pieses” que le regaló el Sr. Vicente Restrepo, plantas estas, que serían muy comunes en jardines privados y parques públicos. 

Invernadero de la Victoria amazónica en las instalaciones de Van Houtte. Tomado de Flore des Serres et des Jardins de l’Europe, tomo VII, entre páginas 24-25. (1851-1852)

En el año de 1864 Casiano Salcedo se asocia con el Sr. José Manuel Párraga y toman una casa en arriendo en la calle del Chorro de San Antonio y que ocupaba toda una manzana con sus siete grandes patios, allí creó un jardín con el “primer invernadero en grande que hubo en Bogotá”, y empezó vendiendo “un canasto grande y lleno de finas flores por un cuartillo”, este invernadero y su jardín se mantuvo hasta 1887. En la entrega anterior se nombraba a los Jardines de la Paz donde se hicieron algunas pruebas de hibridación y que se habían establecido recientemente en la ciudad, es muy posible que estos correspondan al citado emprendimiento del inquieto y explorador Jardinero Científico don Casiano Salcedo. 

Imágenes tomadas del Album Vilmorin, las plantas del huerto, libro editado por TASCHEN en 2016.

«…tienen los indios del Nuevo Reino montes que ellos los tienen en veneración como si fueran sagrados, porque dicen que están dedicados a sus dioses, e no osan cortar árbol de aquellos, ni un ramo, por cosa del mundo»

Gonzalo Fernández Oviedo (1478-1557)

Veneración muisca de los bosques y deforestación

 Con la llegada de los españoles al altiplano cundiboyacense y todo el territorio nacional, se generó y estableció como práctica el usufructo de todos los recursos naturales, especialmente del bosque alto andino que se inicia en 1520 para la obtención de combustibles y materiales para la construcción de viviendas. Para el caso de Bogotá desde su fundación en 1538, los cerros orientales sufrieron una marcada deforestación impactando considerablemente su ecosistema, además las plantas y bosques nativos comenzaron a sufrir una “persecución colonialista” ya que muchas veces los consideraron huéspedes de plagas y pestes y también de ser un refugio salvador  para el nivel de creencias de nuestros aborígenes por sus principios “eco-filosóficos o ecosóficos”, varios autores referencian la veneración de la naturaleza para los muiscas donde “Las montañas y cerros tuvieron un significado de protección y emanación de agua”, en el mismo trabajo de Ivonne Pulido y Alberto Rojo, se señala:

GONZÁLEZ y CÁRDENAS (1996) recopilan algunas apreciaciones de cronistas sobre la concepción de los muiscas con relación a los bosques, entre las que destacan las de Gonzalo Fernández Oviedo (1478-1557):  ‘…tienen los indios del Nuevo Reino montes que ellos los tienen en veneración como si fueran sagrados, porque dicen que están dedicados a sus dioses, e no osan cortar árbol de aquellos, ni un ramo, por cosa del mundo’; la mención de Fray Pedro Simón (1574-1628): ‘…no todos tenían sus adoraciones en los templos, pues las de muchos las tenían dedicadas en lagunas, arroyos, peñas, cerros…’; las narraciones de Lucas Fernández de Piedrahita (1624–1688): ‘…en varias partes adoraban montes, lagunas, ríos, árboles’; y los relatos de Alonso de Zamora (1660–1717): ‘…eran sinnúmero los adoratorios que para exaltación de su idolatría tenían erigidos en los montes, bosques, llanos y caminos y en ellos alcancías, en que echaban sus ofrendas los que venían de todo el Reino…’.”

“En 1540 el rey de España, Carlos I, ordenó sembrar árboles de sauce por todo el territorio americano, así como Juan de Castellanos decretó la destrucción de las especies nativas por considerarlas criadero de pestilencias, aunque los indígenas, sin éxito, las defendieron a muerte.”

I. Pulido y A. Rojo

Todo esto se suma a la introducción agresiva de cultivos extensivos en el altiplano, como el trigo y pastos para las diferentes especies de las crías de ganado traídas del viejo mundo que conformarían el paisaje productivo de la Colonia, como el de grandes planicies sin árboles y por lo general separándose los terrenos de las haciendas por zanjas, lo que generó un paisaje monótono, simple y aburrido con profundos aires melancólicos hasta donde se perdía la vista, lo que nos da una idea de la magnitud de la proporción de la deforestación continua que se vivió por cerca de 300 años de colonización. I. Pulido y A. Rojo, citan que “en 1540 el rey de España, Carlos I, ordenó sembrar árboles de sauce por todo el territorio americano, así como Juan de Castellanos decretó la destrucción de las especies nativas por considerarlas criadero de pestilencias, aunque los indígenas, sin éxito, las defendieron a muerte.”  y también, escriben sobre los tributos de leña de los indígenas a sus encomenderos que sumaban cuatro cargas de este producto al día. 

Fotografía de la hacienda Terreros (Soacha 1926), donde se puede observar el efecto de la deforestación caracterizando un paisaje monótono, simple y aburrido.

Fotografía de la hacienda Terreros (Soacha 1926), donde se puede observar el efecto de la deforestación caracterizando un paisaje monótono, simple y aburrido.

Ya para finales del siglo XVI la América hispana sufría una deforestación alarmante en las zonas perimetrales y dentro de los centros de crecimiento urbano, el consumo de leña de una familia española por día equivalía al gasto de este suministro para una familia indígena por un mes. Los cerros de Bogotá fueron fuente de diversos materiales (madera, piedra, arena, caliza, grava, leña, carbón mineral, carbón de palo-vegetal-, materias primas para los chircales en la fabricación de ladrillos, etc.) y soportaron una altísima deforestación hasta la séptima década del siglo XX. El paisaje de Bogotá hacia los cerros era desolador con uno que otro enclave con su naturaleza original que mostraba la riqueza de la flora precolombina, como fue el llamado “Boquerón de Monserrate” donde reconocidos botánicos encontraron llamativas y especiales plantas. En la Sabana, José Manuel Restrepo Vélez había introducido “ciertos rosales que han venido a hacerse silvestres, que sirven de cerca viva en muchas posesiones y que hermosean innumerables sitios”, estos rosales hasta hace poco era común verlos en varias fincas y haciendas sabaneras y se les llamó generalmente madreselvas

Calle del Observatorio (1842). Nótese la deforestación de los cerros.

                 

Cervecería Antioqueña Consolidada, Itagüi,1920. Al fondo, los cerros deforestados. Foto cortesía de Cervecería Unión

La marcada deforestación de los cerros había ocasionado más de una inundación en el centro de la ciudad por el desbordamiento de los ríos San Francisco y San Agustín con innumerables destrozos con daños materiales y pérdidas de vidas animales y humanas:

En la tarde del 6 de Noviembre de 1872 una inmensa avenida de los riachuelos San Francisco Y San Agustín causó gravísimos daños en la ciudad. Salidos de madre por consecuencia de una lluvia torrencial prolongada que se descargó con violencia excepcional sobre las serranías que se levantan al Oriente de la ciudad, alcanzaron un caudal de agua suficiente para causar gravísimos daños… El San Francisco, cuyo cause es más profundo, no desbordó; en cambio la fuerza de la corriente destruyó algunas casas situadas en la ronda del riachuelo, que arrastró con sus habitantes…”   

y nuestra Lady en Bogotá el 18 de octubre de 1881, vivió una catástrofe mucho peor, como aquí lo narra:

Alrededor de las tres escuchamos desde el patio, donde nos hallábamos sentados, un ruido ensordecedor en las calles y el grito de «¡Creciente, creciente!». Salimos y vimos a la gente corriendo hacia el puente cercano a nuestra casa, donde pronto se reunió una multitud. De una corriente insignificante, el hilo de agua se transformó súbitamente en un torrente vigoroso, lleno de barro, que se llevaba por delante cuanto encontraba a su paso. Los caballos eran arrastrados, las gallinas flotaban, varias personas se ahogaron en sus casas y muchas apenas lograron escapar con vida. Toda la ropa que había en las orillas fue barrida por completo y una pobre mujer perdió varias docenas de camisas de hombre que estaba almidonando. Algunos caballeros, que deseaban cruzar, encontraron una creciente impasable, una carreta halada por dos bueyes y su arriero arrastrados sin piedad.

«Los cerros de Bogotá fueron fuente de diversos materiales (madera, piedra, arena, caliza, grava, leña, carbón mineral, carbón de palo-vegetal-, materias primas para los chircales en la fabricación de ladrillos, etc.) y soportaron una altísima deforestación hasta la séptima década del siglo XX. El paisaje de Bogotá hacia los cerros era desolador.«

El arribo de un australiano a Bogotá

Es en esta situación que hacia mitad del siglo XIX en Bogotá se cuestiona la necesidad de reforestar y repoblar sus calles y avenidas con árboles, a la vez que comienza a crearse inquietud en torno al repoblamiento vegetal de los cerros orientales que han sido tan generosos con su suministro material permanente para el desarrollo urbano de la ciudad y de sus habitantes. Un árbol de origen australiano –el Eucalyptus globulus– hace su aparición en nuestro ambiente, que con su expansión y precoz crecimiento en muy corto tiempo cambiaría el paisaje general de la ciudad y del altiplano.  

Sobre el arribo de este australiano a la Sabana de Bogotá hay diversas teorías, algunos dicen que llegó por primera vez en 1793, otros dicen que fue en 1893 cuando se sembró el primer árbol en Soacha, el sabio Víctor M. Patiño dice que se atribuye a Manuel Murillo Toro la importación de las primeras semillas a Guaduas en el año de 1869 y hay importantes descripciones de la existencia de este árbol en la zona de Soacha como la que describe el Viajero Edouard André en 1875:

Eucalyptus globulus en floración. 

Como era natural, se dirigió al Tequendama y se detuvo en la hacienda de Canoas, de la cual hace el debido elogio. Su propietario le mostró un gran eucaliptus globulus, sembrado hacía tres años solamente y que formaba ya un árbol de quince metros de altura. Seguramente, dice, el porvenir de esta mirtácea famosa será inmensa bajo el clima de Bogotá. Fueron, pues, proféticas sus palabras: pues, como es sabido, a poco tiempo se propagó en profusión este árbol que sólo entonces mostraba poquísimos ejemplares.”

Y en el libro Un Año en los Andes, Rosa Carnegie nos refiere, hablando de la Plaza de la Capuchina, después de haber escrito sobre su visita al cementerio donde encontró muchas bellas flores y pocos árboles como “el eucalipto, el sauce y el estramonio…”:  

“Una alameda de eucaliptos corre a lo largo de la plaza, paralela a la calle 5a, al occidente. Los árboles de eucalipto, que son excelentes, fueron los primeros en ser plantados en Bogotá, hace sólo quince años, y son mejor conocidos como Eucalyptus globulus. Embellecen toda la ciudad, y ahora se siembran por miles, agregándole un rasgo agradable a la sabana escasa de árboles.”

Si es así, estos árboles se sembraron aproximadamente en 1866. 

El Sr. Casiano Salcedo, al ser preguntado sobre la propagación de los eucaliptus en la ciudad comenta que cuando el Dr. Manuel Murillo Toro estuvo en Venezuela como ministro plenipotenciario (1874-1875), le regalaron una libra de semilla de eucaliptus globulus y a su secretario el Sr. Miguel Salgar unas 6 onzas. A cambio de un libro que le había prestado a Salgar, le dijo que se tranzaba por las semillas, cosa que así ocurrió. Investiga sobre el eucalipto, su desarrollo, hábitat y rapidez de crecimiento. Sembró las semillas, de las cuales obtuvo 800 arbolitos. Le regala 12 a don Cenón Padilla, de los que él siembra 6 en el cementerio, 4 en su quinta y 2 en su jardín y termina afirmando que “De las semillas del Dr. Murillo obtuve unas pocas, las demás las repartió pero no las sembraron”. Después importó más semillas de eucaliptus globulus y otras especies como E. amigdalina, E. rostrata, E. resinífera. Luego habla de su “lucha” para poder establecer los árboles en contra de sus enemigos: 

“Los primeros árboles que sembré en La Pila Chiquita me los arrancaban durante la noche, porque se hizo correr la noticia de que el eucaliptus era malsano cuando por el contrario purifica el aire y sanifica contra las enfermedades como el paludismo. Entonces sembré en La Estanzuela, pero también me le siguieron haciendo guerra sin cuartel al árbol, dizque porque absorbía toda el agua de la tierra y esterilizaba el suelo. Regalé y vendí arbolitos a varios amigos del campo, pero a poco tiempo los arrancaron porque se les dijo que al desarrollarse el árbol producía un insecto muy venenoso transmisor de enfermedades. Más vi con mucha pena a personas ilustradas trozar los eucaliptus ya muy desarrollados, alegando que las raíces tumbaban las casas; la razón para que esto sucediera fue que sembraron eucaliptus cerca una casa de malos cimientos y le echaron la culpa al árbol, cuando debieron culpar a los albañiles. En el cementerio había un eucaliptus con rugosidades en el tronco y de allí sacaron el curioso cuento de que el árbol estaba atacado de un grave mal contagioso y que sudaba sangre. Por fortuna, cultivó de mis semillas y además pidió de varias clases, el señor general Clímaco Arbeláez quien le hizo constante defensa y sembró bastantes por los lados de Chapinero; otros lo imitaron y al fin poco a poco se fue poblando de eucaliptus la Sabana”.  

Hacia finales del siglo XIX la presencia del eucalipto era común y a pesar de su histórica persecución y difamación, cumplía, cumplió y aún hoy día cumple un importante desempeño que va desde su uso como medicina tradicional hasta el empleo de su pulpa para la fabricación de papel, pasando por ser un árbol que ayudó mucho en la purificación del aire, de ofrecer madera para la construcción, postes, durmientes del tranvía y para la fabricación de muebles rústicos, además de ser suministro energético como leña y carbón vegetal y también de ofrecer una mejora sustancial como ornamentación en el paisaje rural, empleándose como cerca viva, árbol de sombrío y rompe vientos -muchas veces asociado con especies nativas y endémicas- y en las ciudades conformando avenidas, alamedas y arbolados e incluso es una planta con altas propiedades melíferas cuyo producto es altamente apreciado por sus características. Indudablemente el E. globulus se adaptó e introdujo al medio tropical de alta montaña gracias a su precoz crecimiento, sin medir las consecuencias que posteriormente irían a surgir, pero en general los beneficios del poblamiento del ocal son más beneficiosos que dañinos:  

La sombra, sumada a las visitas constantes de aves y murciélagos portadores de semillas, favorece el desarrollo de una vegetación diversificada. Este principio se aplica en algunas praderas de kikuyo de la zona altoandina colombiana. En la cuenca alta del río Guamués (departamento de Nariño), los campesinos siembran barreras de eucaliptos y dejan de limpiar la vegetación nativa que regenera bajo estos árboles. El resultado después de varios años es un cerco vivo con varios estratos de vegetación, productor de madera y leña y muy frecuentado por la avifauna.” 

“Hace dos décadas, Darío Marulanda inició un programa de siembra de cercas vivas de eucalipto, orientado a mejorar la productividad de su finca, La Britania, situada en Salento, Quindío. Al mismo tiempo, cercó los potreros más pendientes de su propiedad para permitir la recuperación espontánea del bosque. Hoy existe un bosque joven con una vigorosa regeneración natural de palmas de cera en los terrenos que anteriormente fueron los potreros menos productivos de la finca”

La luz de la civilización 

Volviendo a nuestra temática, otros árboles fueron introducidos en Bogotá y algunas zonas del país como la antigua región antioqueña o zona cafetera durante la segunda mitad del siglo XIX: los pinos, cipreses, Araucaria excelsa también de origen australiano, sauce, sauco, falso pimiento y que irían a conformar el arbolado de avenidas, parques y jardines públicos acompañados de especies nativas y endémicas como el amarrabollo, la palma yuka, la palma de cera, el cedro, el nogal, el roble, el pino romerón, el  cucharo, el abutilón, el sietecueros, el borrachero, el caucho, el nazareno, el tibar o rodamonte, la acacia, el kishwar, … y diversos tipos de palmas entre otros y que prácticamente son las especies que han venido matizando desde entonces nuestro paisaje urbano acompañados siempre de otras plantas más llamativas por sus flores, colores y texturas como  rosas, boca de dragón, aralias, anémonas, dalias, clavellinas, claveles, verónicas, clusias, violetas, lirios, amarantos, echeverias, camelias, azaleas, geranios, helechos, quiches, etc.  

Alameda del Parque del Centenario (1895). Fotografía Henri Louis Duperly D.
  Jardín central Parque del Centenario, aprox. 1900-1907. Colección Hugo Delgadillo

Con todas estas plantas y con la creciente necesidad de embellecer paisajísticamente a la ciudad es que se crea la necesidad de renovar y hacer nuevos parques en honor a los gestores de la independencia y que buscaba la afirmación de lo nacional además de ofrecer espacios para la recreación de una dinámica ciudad en crecimiento, como se ha descrito en las dos entregas anteriores y que obedece fundamentalmente a la modernización y de mostrar al naciente país digno y acorde con la “civilización”, precisamente a raíz de la exposiciones universales  de Londres (1851) y París (1855) donde Colombia asistió tímidamente con algunos productos minerales y agrícolas, se definió hacer exposiciones nacionales que servirían como propuesta de avances para la participación del país en el exterior, pero a causa de  la inestabilidad política del país con sus continuas guerras partidistas internas, Colombia no pudo concursar  en las brillantes exposiciones universales de París  en 1878 y 1889  con un pabellón propio, y es así como gracias a la gestión del botánico y científico,  José Jerónimo Triana que su exhibición se mostró en los pabellones de Guatemala y Uruguay.   

Las exposiciones nacionales comienzan en noviembre de 1841 como La Primera Exhibición de las Obras de la Industria de Bogotá donde se premia a las “plantas medicinales”, La Exposición Nacional de 1842 tuvo como objetivo “honrar el patriotismo y estimular el amor por el trabajo”, así en la Segunda Exhibición de la Industria Bogotana se propuso premiar a “los criados de ambos sexos que en el año siguiente comprobaran el mejor servicio doméstico con el testimonio por escrito de sus respectivos amos”. Se vuelven a hacer exposiciones 30 años después, en 1871 se realiza la Exposición Nacional de Productos Espontáneos de los Bosques y Desiertos, y de los Frutos Agrícolas Exportables entre el 20 de julio y 10 de septiembre de dicho año donde se da especial importancia a la riqueza natural y agropecuaria. La Exposición Nacional de 1872, se hizo para productos “minerales, textiles, granos, maderas, tabacos, tintos, medicinales, oleosos, sacarinos, gomosos y resinosos, comestibles, licores, manufacturas, varios, animales y flores”. Las Exposiciones Nacionales de 1880 y 1881 tienen un énfasis marcado en la producción agropecuaria y sus derivados. La exposición del 15 de agosto de 1880 premia a las frutas, flores y árboles como lo registra el periódico El Agricultor

“El Jurado número 24, compuesto de la señora Paulina Valenzuela de Dordely y la señorita Teresa Tanco, encargado de calificar y premiar las frutas, flores y árboles. adjudicó:

Diploma de honor y medalla de plata al señor Ernesto Michelsen, por su colección de flores.”

La Exposición Nacional de 1899 tuvo un carácter más industrial con muestras de cervecerías, fábricas de loza, vidrío y chocolates, entre otras y se acompañó de una variada exhibición artística de pintura, escultura, arquitectura, ornamentación arquitectónica y fotografía.   

Paseo bogotano, aprox. 1910 

Como se ve, Bogotá se aproxima a la llegada del siglo de las luces buscando crear un espacio digno con el encuentro estético y armonioso que dará la naturaleza para sus habitantes y visitantes nacionales y extranjeros. El aprecio por los árboles ornamentales, plantas y flores se hace notorio en las exposiciones nacionales adquiriendo cada vez mayor importancia e induciendo a un empuje que llevaría a la investigación científica, a la conformación de viveros, huertas florales, dispensarios de suministros de semillas, plantas, herramientas y todo lo necesario para su cultivo y también para ofrecer flores cortadas y arreglos florales con el surgimiento de floristerías y floristas que estaban dispuestos a ofrecer la mayor expresión de sentimientos, belleza y emociones como lo requerían sus clientes. (Continuará).           

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Consultas y Referencias

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Otras Consultas

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-Ricardo Rivadeneira Velásquez. (Enero 2016). “Gabinetes fotográficos: dispositivos, oficios y prácticas comerciales”. Credencial Historia No. 313. Visitado diciembre 20, 2021, en: https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-313

Notas

Notas al pie

1Guillermo Ortiz Williamson hace la entrevista a Casiano Salcedo dos años antes de publicarla con ocasión de su fallecimiento. Para ese entonces en 1916 Casiano “bordeaba” los noventa años. Ver G. Ortiz W.
2Ver Hugo Delgadillo, pp. 66
3Ibid., pp. 185 y Guillermo Ortiz W. pp.138
4Guillermo Ortiz. pp. 139
5Robert Thomson (1840-1908), visitó varias veces Colombia. En 1893 se le anunció el cargo de Superintendente de la Jardines y parques públicos de Bogotá, cargo que nunca se concretó, pero durante su estadía fue consultado y dio varias sugerencias a los diseños de los jardines en los parques públicos. Véase Claudia Cendales P., 2012.
6Louis Benoît van Houtte (Ypres29 de junio de 1810 – Gante9 de mayo de 1876), importante horticultor y botánico; explora la flora brasileña y también se suma a la fiebre de la orquideomanía europea enviando recolectores de orquídeas y plantas exóticas a América. Funda la Escuela de Horticultura de Gante y publica la revista Flore des Serres et des Jardins de l’Europecon 23 volúmenes publicados y más de dos mil planchas de plantas coloreadas. Louis Benoît cultiva por primera vez la Victoria amazónica –La Victoria regia- con todo éxito en Europa. Ver Mealine.
7La casa Vilmorin fue fundada en 1743 y fue una boutique de plantas y semillas que en sus inicios proveía de estos materiales al rey Luis XV. A partir de 1744 se crea la casa Vilmorin-Andrieux & Cie. y para 1766 inicia la importación de árboles y plantas exóticas y desconocidas en Europa como el tulipán, la remolacha, el colinabo o rutabaga y se especializa en la venta de semillas para alimentación, forrajes y ornamentación. A Louis de Vilmorin se debe la publicación en 1856: “Nota sobre la creación de una nueva raza de remolacha y consideraciones sobre la herencia en las plantas”, documento que establece importantes principios teóricos para la industria moderna de mejoramiento de semillas.  Ver Espowiki: Vilmorin.
8G. Ortíz Williamson pp. 139
9Ubicado en la calle 16 con carrera 12. Véase Rubén Hernández M. y Fernando Carrasco Z.
10Ibid. nota 7, las negrillas son mías.
11Igual.
12Véase Pulido Sierra y Rojo Alboreca
13ibid. pp.7
14Costumbre que se ha seguido manteniendo en Colombia, donde la frontera ganadera y agrícola con su establecimiento y expansión, tumba, destruye y abarca extensivas áreas de bosques y selvas vírgenes sin ningún control.
15Pulido Sierra y Rojo Alboreca, pp. 4
16Fotografía –sin confirmación de fuente- del ingeniero agrónomo Frederick Wilson Popenoe. Tomado de Sicocamilo, pp.60
17Alexander Herrera y Maurizio Ali, pp. 17 y P. Sierra y R. Alboreca, pp. 4
18Ver Catalina Arango.
19José Manuel Restrepo V. (30 diciembre de 1781, Envigado –Antioquia- 1 abril 1863, Bogotá). Fue biólogo, botánico, historiador y político.
20Víctor Manuel Patiño, 1974, pp.205
21Esta fotografía –daguerrotipo- se considera la 1ª. Fotografía de Bogotá y se debe al francés Jean Baptiste Louis Gros (Ivry sur Seine, Francia, 8 febrero 1793 – París, Francia,17 agosto 1870). Diplomático, pintor y fotográfo que residió por varias temporadas en Bogotá durante el siglo XIX. Ver: Marcela E. Camargo, pp.14.
22Fotografía tomada de Ricardo Plano y cuyo autor es el fotógrafo Henri Louis Duperly Desnoües (Kingston, Jamaica, 1º diciembre 1841 – Bogotá, Colombia 10 octubre 1907).  Esta cervecería -ubicada en la carrera 1ª calles 21 y 22- que compró Leo Kopp en 1896se transformó en la vidriería Fenicia.  Ver: Ricardo Plano; Tatiana Rodríguez M. y Geni.
23Consulta: Pedro María Ibañez, pp. 428 -transcripción literal-.
24Rosa Carnegie Williams, pp. 94-95
25Los primeros eucaliptos de origen australiano llegaron a Europa en 1774 gracias a las expediciones del Capitán Cook y las especies introducidas fueron Eucalyptus gummifera y Eucalyptus platyphylla, el género fue descrito en 1788 por el botánico francés L’Heritier basándose en el E. obliqua, el también botánico francés Jacques Labillardière describe por primera vez al Eucalyptus globulus en 1800. Ver Fundazioa Bazoa y Wikipedia.
26Lo dice CENICAFE, pero no da las fuentes.
27Pulido Sierra y Rojo Alboreca, pp. 6
28Víctor Manuel Patiño, 1969, pp. 422
29Tomado de Blog Garden Centerejea.
30Eduardo Posada, pp. 68
31Rosa Carnegie Williams, pp. 109-110
32Guillermo Ortiz W., pp. 138. Ortiz, considera a Casiano S. como el “propagador del eucalipto”.
33Sobre los usos del eucalipto en nuestro medio existen tratados que dan mucha claridad al respecto. Ver: Raúl Jaime Hernández R., Carlos Alberto R., Carlos Mario Ospina P, John Byron Urrego y otros, pp. 67-68; Naturalista Explora Org.; FAO,1981; Pulido Sierra y Rojo Alboreca, pp. 8; Zoraida Calle Díaz y Enrique Murgueitio, 2020 y muchos más.
34Consulta Zoraida Calle y Enrique Murgueitio, 1999, pp.64
35Ver: Zoraida Calle y Enrique Murgueitio, 2020, pp.50
36Ver Hugo Delgadillo, pp. 81
37Sven Schuter y Laura Alejandra Buenaventura.
38Luis Carlos Colón, pp. 13. Es bueno recordar que el fin esclavitud en Colombia se decreta el 21 de mayo de 1851 y entra en vigencia el 1º de enero de 1852, gracias a que el Estado reparó económicamente por medio de bonos a los propietarios de esclavos.
39Ibid, pp.13 el subrayado es mío.
40El Agricultor, pp. 247-248
41Igual al anterior, pp.246
42Ver Luis Carlos Colón, pp.16

*El presente artículo se publicó inicialmente en la revista METROFLOR-Agro. Edición No. 107. Noviembre-Diciembre 2021. Pp. 44-52. Bogotá D.C. Versión digital: 

Hacia una protohistoria de la floricultura en Colombia -3ª parte-

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