Hoy les traemos a nuestros lectores del quinto piso -y más-, éste poema, ¿Que cuántos años tengo?* atribuido a José Saramago y que no logramos encontrar en ninguno de sus poemarios. Sin embargo, como no sabemos o no conocemos si exista otro libro que lo relacione, lo seguiremos dando como suyo.
La importancia de los líderes experimentados y su desvalorización actual
¿Que cuántos años tengo? no es una queja, es un poema de reivindicación y de valoración, de reconocimiento pero también de valentía y orgullo de edad. Así lo declara en uno de sus versos: no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, / sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Claudia Varela, consultora de liderazgo, planeación y Ejecución de negocios, reflexiona en una columna para la revista Dinero (2019/09/01), en referencia a la importancia de los líderes en edad madura, y el apartamiento injustificado de que van siendo objeto en muchas organizaciones:
“Cada edad, cada momento, cada día se vive como se vive. Los líderes están invitados a sumar y entre más experiencia tienen hay más sabiduría. Los más ancianos escuchan mucho y los más sabios saben callar cuando es oportuno. Un líder con la sabiduría de los años, sabe de qué habla, ¿por qué los buscamos entonces cada vez más jóvenes?” (…) “Lo más duro es que después de los 40 muchas empresas no quieren contratar gente. ¡El mundo no puede llenarse todavía de ‘millennials’ en el poder, porque no están listos!”. Y no le falta razón!
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Sobre José Saramago
El portugués José Saramago (Azinhaga, Santarém, 1923 – Tías, Lanzarote, 2010) premio Nobel de Literatura 1998, nos legó una gran producción literaria entre la que se cuentan novelas como Manual de pintura y caligrafia (1976), Historia del cerco de Lisboa (1989), Evangelio según Jesucristo (1991), Ensayo sobre la ceguera (1995) o La caverna (2000) entre otras; trabajos periodísticos; traducciones de grandes autores como Baudelaire o Tolstoi; teatro con obras como La segunda vida de Francisco de Asís (1987), In nómine Dei (1991) y Don Giovanni o el disoluto absuelto (2005). También se destacó por su producción lírica con amorosos y reflexivos poemarios como Los Poemas posibles (1966-1982), Probablemente alegría (1970-1985) y El año de 1993 (1975-1987), que Alfaguara reunió en un solo tomo, en edición bilingüe (portugués-español), en 2005 y que fue reeditado en 2010, como homenaje al escritor recién fallecido, titulado “Todos los poemas”**. De este libro publicamos algunos de ellos, referidos a la edad y al paso del tiempo.
“¿Que cuántos años tengo?” o “Poema sobre la vejez”?
El primer poema que transcribimos se llama “¿Que cuántos años tengo?” Sin embargo, erróneamente, ha sido publicado en otros sitios como “Poema sobre la vejez” (Varela inclusive, lo referencia así, al citarlo al final de su columna). Como puede verse en los otros poemas que publicamos junto al anterior, se sigue la misma regla es decir nombrarlo con la primera frase del poema -y así lo pueden apreciar en el libro mencionado- el poeta, además, no era tan literal. De los que otros cuatro que publicamos hoy, hacemos excepción de dos: el penúltimo, Poniente que es uno de los que Saramago bautizó, y otro sobre la peste -que consideramos oportuno dado el momento en que vivimos-, y que está titulado 2, de una serie de 30 que hacen parte del poemario “En el año de 1993”. ¡Disfrútenlos! Y si queda antojada(o), recuerde que puede bajar el libro**.
¿Qué cuántos años tengo?
¿Qué cuántos años tengo? -¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido…
Pues tengo la experiencia de los años vividos
y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo,
y otros «que estoy en el apogeo».
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice,
sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso,
para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos,
rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: ¡Estás muy joven, no lo lograrás!…
¡Estás muy viejo, ya no podrás!…
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos,
las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor,
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
y otras… es un remanso de paz, como el atardecer en la playa…
¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados,
mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas…
¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más!
Pues lo que importa: ¡es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
pues llevo conmigo la experiencia adquirida
y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuántos años tengo?
Eso… ¿A quién le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo
y hacer lo que quiero y siento!!.
Qué importa cuántos años tengo.
o cuántos espero, si con los años que tengo,
¡¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!
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Caminábamos sobre las aguas
Caminábamos sobre las aguas como los dioses,
y fuimos dioses.
Trazaron nuestras manos todo el arco del cielo,
y los trazos allí quedaron.
Miramos hoy la obra, cansados arquitectos:
no son nuestros los techos.
Pues el tiempo no para
Pues el tiempo no para, poco importa.
Que los días vividos nos acerquen
el vaso de agua amarga colocado
donde la sed de vida se exaspera.
No contemos los días que pasaron:
Fue hoy cuando nacimos.
Sólo ahora
la vida ha comenzado, y, lejos aún,
la muerte ha de cansarse en nuestra espera.
Poniente
¿Qué puedes ya decirme que no sepa,
vena del sol sangrada hasta la tierra,
manso rasgar de niebla refractada
entre el azul del mar y el cielo rojo?
Son tantos los ponientes del recuerdo,
tantos dedos de fuego sobre el agua,
que todos se confunden cuando, noche,
ya puesto el sol, tus ojos se cierran.
De “En esta esquina del tiempo” (Poemas posibles)
2
Los habitantes de la ciudad enferma de peste están reunidos en la plaza mayor,
que así fue conocida porque todas las demás se transformaron en ruinas.
Fueron sacados de sus casas por una orden que nadie oyó.
Sin embargo, según estaba escrito en leyendas antiquísimas, habría voces llegadas del cielo o
trompetas o luces extraordinarias y todos quisieron estar presentes.
Tal vez algo podía suceder en el mundo antes del triunfo final de la peste,
aunque fuese una peste mayor.
Allí están pues en la plaza, angustiados y en silencio esperando.
Y luego no se oye otra cosa que una aérea y delicada música de clave,
una fuga compuesta hace doscientos cincuenta años por Juan Sebastián Bach en Leipzig.
De “En el año 1993”
*Respecto a la autoría del poema, dejo constancia que no pude encontrar en la bibliografía de Saramago alguna alusión a éste. Sin embargo, tampoco lo han refutado, tal como ha pasado con otros como “Puedes llorar porque se ha ido” o “Una muerte lenta” y algunos más que van circulando por las redes sociales y que han sido atribuidos a Borges, a García Márquez, a Neruda, o a un anónimo y que ya tienen autor conocido. Reconozco que no corresponde tampoco a su tono pues es muy directo; no obstante, responde a nuestra temática y tiene buena factura, por tanto, lo seguiremos publicando así …hasta que alguien nos ilumine. Admito que no he leído toda la extensa obra de Saramago y si alguno de ustedes sabe o tiene alguna señal sobre el autor(a) o nos confirme, agradecemos nos lo haga saber. QP
**En este sitio puede descargar el libro de José Saramago, bilingüe (portugués-español) completo, si lo desea:
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