La microbiota intestinal, es decir, el complejo ecosistema de microorganismos que viven en el tracto gastrointestinal (la mal llamada ‘flora intestinal’, pues no pertenece al mundo vegetal), desempeña un papel importante, aún no comprendido del todo, en el mantenimiento de la salud y la homeostasis (perturbación en el equilibrio metabólico) de cada uno de nosotros e influye en el estado metabólico, oxidativo y cognitivo; por ello, también se le llama “el segundo cerebro” por la cantidad de neuronas que contiene y su incidencia en algunos comportamientos y estados de ánimo. Asimismo, la diversidad y riqueza de la microbiota intestinal se ven afectadas por factores no modificables, como el envejecimiento y el sexo, y sí modificables, como la dieta, las terapias farmacológicas y el estilo de vida. Es por esto que la dieta, el ejercicio cotidiano y las relaciones sociales activas, son fundamentales para mejorar nuestro envejecimiento.

El estudio que presentamos, en este resumido artículo de The Conversation, relacionado con esos cambios de comportamiento que van presentando algunas bacterias en nuestro cuerpo a medida que envejecemos, puede ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida. Contiene algunos tecnicismos médicos obligados (los videos insertos nos pueden aclarar tanto los términos utilizados como la función vital de la microbiota), aún así, esperamos que se pueda entender la importancia de dichos comportamientos bacteriales para manejarlos, prevenirlos y contrarrestarlos.

Quintopiso

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Nos hacemos mayores y nuestras bacterias también

La esperanza de vida ha aumentado en las últimas décadas, pasando de los 62,8 y 58,1 años registrados en 1950 en Europa y América, respectivamente, a los 77 y 74,2 años en la actualidad. Aunque es buena noticia, este incremento también ha provocado un aumento en la prevalencia de enfermedades crónicas asociadas al envejecimiento, como el cáncer o enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas.

¿Hay solución? Si bien el envejecimiento es un proceso natural e inevitable, las patologías asociadas a él se pueden prevenir. En este sentido, las estrategias más utilizadas son las intervenciones dietéticas y la promoción de ejercicio físico regular. Curiosamente, estas estrategias tienen un denominador común: influyen sobre la composición y funcionalidad de la microbiota intestinal.

Nos referimos a la microbiota cuando hablamos del conjunto de microorganismos (bacterias, arqueas, bacteriófagos, virus y hongos) que coexisten en superficies externas e internas del organismo humano, como la piel, las mucosas y el tracto gastrointestinal. En concreto, la microbiota intestinal interviene en diversas funciones fisiológicas (respuesta inmune, digestión y absorción de nutrientes, y producción de metabolitos bioactivos), por lo que las perturbaciones en su composición pueden influir en el equilibrio metabólico del huésped. Lo que en la jerga médica se conoce como homeostasis.

Aunque parece que existen rasgos comunes en la composición de la microbiota intestinal de los individuos claves para mantener las funciones vitales, también se ha detectado que existen diferencias entre la microbiota de personas jóvenes y de mayor edad. Estos cambios producen una pérdida de funcionalidad de la microbiota intestinal debida a una menor riqueza y diversidad microbiana, pero también a un aumento en el número de bacterias asociadas al envejecimiento no saludable.

Por ejemplo, se ha observado que el filo Firmicutes y el género Bifidobacteria disminuyen con la edad, mientras que los filos Bacteroidetes y Proteobacteria, y la familia Enterobacteriaceae aumentan. Esto hace que se desequilibre la relación simbiótica entre las bacterias de la microbiota y el huésped.

La barrera intestinal juega un papel clave en la protección contra patógenos. A medida que envejecemos, las uniones entre los enterocitos que forman esta barrera protectora se debilitan, perdiendo su funcionalidad. Esto, junto a los cambios que desequilibran la microbiota al envejecer, deriva en una mayor permeabilidad intestinal y en el sobrecrecimiento de bacterias patógenas. Como consecuencia, aumenta el acceso de bacterias o componentes bacterianos al torrente sanguíneo.

En este escenario, tanto la producción como la liberación de citoquinas proinflamatorias al torrente sanguíneo se disparan. A este respecto, un estudio comprobó que la transferencia de microbiota intestinal de ratones ancianos a ratones jóvenes provocaba un aumento de la inflamación intestinal, proceso conocido como inflammaging (inflamación asociada al envejecimiento).

Miicrobiota intestinal. Ilustración: ABC

Para empeorar aún más las cosas, con el paso de los años se altera la producción de metabolitos microbianos derivados del procesamiento de los alimentos. En concreto, la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCCs), que tienen un probado efecto antiinflamatorio, se ve reducida con la edad.

Se ha descrito que el consumo de ciertas cepas de bacterias probióticas de los géneros Lactobacillus y Bifidobacterium no solo ayudan a mejorar la composición de la microbiota intestinal, sino que promueven la producción de AGCC antiinflamatorios. Además, el consumo de prebióticos ayuda a que las bacterias de la microbiota intestinal tengan sustrato para crecer.

En este sentido, los aceites esenciales de plantas aromáticas características de la dieta mediterránea como el perejil y el romero muestran efectos prebióticos sobre la microbiota. Asimismo, el consumo de galacto-oligosacáridos (GOS), abundantes en las legumbres, y de fructo-oligosacáridos (FOS) presentes en alimentos como la cebolla, el puerro o los ajos, resulta especialmente efectivo para prevenir la disminución de bacterias del género Bifidobacterium que se da al envejecer.

También aumenta la riqueza de la microbiota intestinal consumir ácidos grasos omega-3, abundantes en las sardinas, el salmón y otros pescados azules. Asimismo, incorporar hábitos como, por ejemplo, una alimentación rica en fibra y micronutrientes o la práctica de ejercicio físico pueden ayudarnos a mantener una mejor composición microbiana y a envejecer de forma más saludable.

Aclaración de términos respecto a la microbiota. Video Nutribiótica

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*Laura Isabel Arellano García, Investigadora, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea; Iñaki Milton Laskibar, Profesor en la Universidad del País Vasco. Investigador del grupo Nutrición y Obesidad del Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberObn) y del Instituto de Investigación Sanitaria Bioaraba, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, and María Puy Portillo, Catedrática de Nutrición. Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBERobn), Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.