Por John Brian Cubaque*
Germán Arciniegas (Bogotá, 1900- Bogotá,1999), es reconocido como el gran americanista, por su defensa y rescate de valores y cultura americana, a los cuales identifica como influyentes aún en ámbitos europeos. Propiciador e ideólogo del movimiento estudiantil en los años 20 del siglo pasado, fue siempre un rebelde intelectual que defendía la democracia y la libertad de pensamiento, tanto que se calificó a sí mismo como un «agitador intelectual», razón por la que fue perseguido y estuvo en el exilio por casi 10 años, durante la hegemonía conservadora.
Escritor, periodista, ensayista, historiador, estadista, sociólogo, diplomático, ministro de educación en dos oportunidades, Representante a la Cámara en nombre de los estudiantes, de los cuales fue cabeza visible y portavoz.
Líder estudiantil
Fue adalid del movimiento estudiantil en Colombia y fundador de la Federación de Estudiantes de Colombia (junto al poeta mexicano Carlos Pellicer), a través de la cual propició la gran reforma universitaria que incluía la democratización de la educación, la libertad de pensamiento y de cátedra, así como la inclusión en la educación universitaria y la universidad en general, de los problemas nacionales y latinoamericanos en sus cátedras.
Organizó la primera huelga en la Universidad Nacional, contra el nombramiento de un rector que nadie conocía y lograron su objetivo tras su retiro por parte del presidente Marco Fidel Suárez.
Tenía la idea de prestar a estudiantes de toda América una residencia y vincularlos por medio de «Festivales de Primavera». Como fue siempre americanista, estos festivales se celebraron en septiembre, que es cuando viene la primavera en el hemisferio sur. Para él la figura del estudiante era el eje de todos los movimientos históricos, políticos e intelectuales, y fue lo que plasmó en su primer libro “El estudiante de la mesa redonda” (1932).
Americanista hasta la médula
Fue gran ensayista e historiador. Se destacó por su dedicación al estudio crítico y a la recuperación de los valores, pensamiento y sentido de vida americanos a través de ensayos que propendían por un mejor entendimiento de nuestro comportamiento individual y social, siendo radical respecto al valor, la cultura y el conocimiento de nuestros ancestros, por eso The American Foundation le otorgó el título de “Hombre de las Américas”
Sus textos se refieren también a la situación política latinoamericana en el siglo XX, a los dramáticos vaivenes entre dictaduras y democracias, guerras civiles, atraso económico y desigualdad social acentuada y persistente. Es una visión de la historia de América vista con los ojos de un americano. Para él América era una sola desde Alaska hasta la Patagonia.
Su primer libro sobre el tema fue “América tierra firme” (1937) una recopilación de ensayos sobre su visión de la conquista, colonia e independencia, así como el rescate de valores y cultura raizal; y a partir de allí, su respeto hacia los nativos y la cruzada por la recuperación de su reputación, dada la baja estima y el desprecio que hacia ellos propiciaron los españoles y sus descendientes criollos.[1]
“El continente de los siete colores” (1965), es un compendio de muchas de sus tesis. Allí Arciniegas analiza de manera brillante el fenómeno del mestizaje y la construcción de un continente como un crisol de culturas y razas.
«Su lectura (El Continente de los siete colores) bien puede permitir recordar la trayectoria vital del continente, sus avances y retrocesos, sus escollos internos y sus imposiciones foráneas, su permanente oscilación entre la libertad y el miedo. Nos permite profundizar más en la afirmación de nuestra variable realidad, de nuestra personalidad huidiza. Porque como el propio Arciniegas lo define ‘América es otra cosa'».
Gonzalo Hernández de Alba-Historiador
También escribió sobre Bolívar, Santander, Los Comuneros, El Caribe y nuestras sucesivas guerras.
Escritor de tiempo completo
Fue un cronista de su tiempo. Y su tiempo fue todo el siglo XX, pues nació en sus albores y murió vislumbrando el siglo XXI. Retrató a sus conciudadanos y sus costumbres de una manera refinada pero crítica y humorística. De su libro “Diario de un Peatón” (1936), hemos recuperado algunos textos que parecen escritos hoy y que iremos publicando en quintopiso.net.
Estudió Derecho en la Universidad Nacional de Colombia, época en la que fundó la revista La voz de la juventud, donde tuvo como colaboradores a Rafael Maya y a León De Greiff. Era un gran humanista y en las diversas fases de su vida profesional propició y creó revistas y publicaciones que buscaban incentivar a nuevos escritores y encontrar nuevos lectores.
Se inició en el diario El Tiempo en 1919 como cronista y llegó a ocupar la jefatura de redacción e inclusive, la dirección del periódico cuando Eduardo Santos se lanzó a la presidencia en 1937. Escribió sobre todo: la vida cotidiana, los animales, la política, la pintura, la música, su propia vida, temas históricos, literatura, ciencia, siempre con gran rigor y respeto, con una prosa fácil pero profunda y en muchos casos adobada con un refinado sentido del humor.
Escribió más de 60 libros, entre los que se destacan, además de los referenciados: Entre la Libertad y el miedo (1952) que le causó el destierro porque habla de las dictaduras y la violencia en A. Latina, El Caballero de El Dorado (1959), Amerigo y el nuevo mundo (1955), Biografía del Caribe (1945), América en Europa (1975), El revés de la Historia (1980), Galileo mira a América (1977), Centralismo europeo y Federalismo americano (1985). Con América nace la Historia (1990), América en Europa (1975), América es otra cosa (1992), El Mundo cambió en América (1993), América Ladina (1993). Diario de un peatón (1936), Qué haremos con la Historia (1940), El Zancudo-Introducción a la Historia de la Caricatura en Colombia (1975), Cosas del Pueblo. Crónicas de historia vulgar (1962). Medio Mundo entre un zapato (1969), son solo algunas de sus publicaciones cargadas de espíritu americano.
Fue columnista de El Tiempo toda su vida. También colaboró con el ABC de Madrid, El Nacional de Caracas, La Prensa de Buenos Aires, entre otros.
Sociólogo y Educador
Como Ministro de Educación, creó, con el apoyo del Padre Félix Restrepo y el humanista José Manuel Rivas Sacconi, el Instituto Caro y Cuervo en 1942, así como el Instituto Etnológico Nacional (actualmente, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia), con la asesoría del etnólogo y científico francés Paul Rivet; le dio apoyo a la Normal Superior, por su interés en la formación de docentes para una mayor cobertura educativa. También le correspondió la creación del Museo Nacional y el Museo Colonial. Fue célebre su Cátedra de América que instauró en 1979 en la Universidad de Los Andes que mantuvo hasta poco antes de su muerte. Fue miembro de número de la Academia Colombiana de la Lengua y de la de Historia.
Fue docente de filosofía en la Universidad Nacional de Colombia; decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes y profesor en algunas universidades de Estados Unidos, pero particularmente, en la Universidad de Columbia en Nueva York, de donde fue profesor por varios años durante su exilio. Dictó conferencias y cursos en varias Universidades del mundo.
Desestimó y rebatió la visión europeizante, cargada de hispanofilia[2], que caracterizó a buena parte de la historiografía colombiana de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En el marco de su visión americanista generó una novedosa reflexión sobre los aportes del nuevo continente a la cultura europea y universal, rescatando valores, autores y tesis, menospreciados hasta entonces (América en Europa. 1975).
«En Colombia se puede decir todo, menos la verdad»
Germán Arciniegas
Se condolía por los oprimidos y por las minorías: La mujer, el indígena, el campesino, el negro, los oficios humildes, los desplazados, sobre los cuales siempre tuvo palabras de apoyo y solidaridad.
Investigador inquieto, estudió y conoció algunas de las comunidades indígenas colombianas, de las cuales aprendió de su respeto a la naturaleza y a su ser interior; rescata sus valores y los incluye como parte fundamental de la vida y cultura americanas, por encima del concepto europeo regente.
Fue un librepensador y defendió respetuosamente pero con denuedo, sus ideas y creencias; son famosas sus polémicas constantes como aquella en que dijo que Bolívar «fue el primer indocumentado» provocando reacciones airadas del gobierno venezolano. Al final de su vida fue considerado como “Un joven de 100 años”[3] por mantener hasta el último momento, la frescura de ideas, la lucidez y el espíritu indómito en todos sus escritos. Formidable legado.
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[1] El sentido de inferioridad respecto a «lo europeo» fue inculcado por los conquistadores a través de la iglesia católica y muchas de las enseñanzas en colegios y universidades, así como los textos solo mencionaban los sucesos de la conquista y la colonia no sus efectos. “No sea indio”, era un insulto y una expresión vergonzante que denotaba la baja estima y la degradación a la que había llegado la imagen del indio a causa de su altivez o desidia, por la negación a ser esclavizado. La Constitución del 91 les devolvió su autonomía pero aún quedan rezagos.
[2] El movimiento de recuperación de valores ancestrales y de reconocimiento de la opresión y arrasamiento de la cultura aborigen impuesta por los colonizadores a través del continente, así como el hallazgo de cementerios de niños indígenas en Canadá, devino en la caída de estatuas erigidas a los conquistadores y colonizadores donde las hubiera. En Colombia las estatuas de Belalcázar en Cali y Popayán, y de Jiménez de Quesada en Bogotá, así como las de Colón y los reyes católicos fueron tumbadas por comunidades indígenas indignadas.
[3] Luis H Aristizábal. Germán Arciniegas. Un joven de 100 años. Colección 100 autores 100 personajes. Ed. Panamericana. 2005.
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*John Brian Cubaque (1954) es Diseñador gráfico, especializado en diseño editorial y docente universitario. Ex periodista gráfico de la revista Semana y de la Agencia nacional de noticias CIEP. Actualmente es editor de quintopiso.net, pagina dedicada al bienestar, respeto y empoderamiento de personas mayores de 50 años.
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