Quinto Piso

La escritora colombiana Piedad Bonnett (Amalfi, Colombia, 1951), es la ganadora del XXXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024, el premio más prestigioso de poesía en lengua española y portuguesa. El jurado, ha destacado que Bonnett, es “una voz actual de referencia en la poesía iberoamericana, con un trato elaborado del lenguaje que le permite acercarse a la experiencia vital con profundidad y belleza y a responder con humanidad a la tragedia de la vida. Su poesía es luminosa, aun cuando trata temas arduos, como el desamor, la guerra, la pérdida o el duelo”.

El exigente jurado, entre quienes se contaban el director de la Real Academia de la Lengua Española, Santiago Muñoz Machado, el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero; la ganadora en la versión anterior, la escritora nicaragüense Gioconda Belli y el escritor mexicano Jorge Luis Volpi, destacó a la poeta colombiana como“una de las voces más fuertes de la poesía iberoamericana actual”, y que, a pesar de tratar algunos temas sensibles y dolorosos, su lenguaje cercano y profundo, atrae a todos los lectores.

Piedad Bonnett. Foto ABC

La poeta, dramaturga y novelista colombiana ha ganado los más importantes premios de poesía en habla hispana. Comenzó su periplo editorial con pie derecho: su primer libro de poemas De círculo y ceniza (1989), publicado a la edad de 39 años, recibió mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz. A partir de allí su bibliografía se ha hecho reconocida y extensa. Con El hilo de los días (1994) ganó el Premio Nacional de PoesíaColcultura, y con Explicaciones no pedidas (2011), el Premio Casa de las Américas de poesía americana.

Luis García Montero, Director del Instituto Cervantes anunciando el premio.

Bonnett de 73 años, no solo ha escrito poesía, también teatro: Se arrienda pieza, Algún día nos iremos o Noche de epifanía -sobre un texto de Shakespeare-, montajes realizados por el Teatro Libre de Bogotá; y seis novelas, todas publicadas por Alfaguara, entre las que se cuentan Después de todo, (2001), El prestigio de la belleza (2010) o Donde nadie me espere (2018). Además, ha sido docente de literatura por más de 30 años y columnista del periódico El Espectador desde el 2012. Su libro testimonial Lo que no tiene nombre (Alfaguara, 2013) narra la dolorosa y larga enfermedad que cargaba su hijo y su posterior suicidio en Nueva York, hecho que la marcó profundamente.

Su libro más reciente es una reflexión desde la madurez y desde los años. En Qué hacer con estos pedazos (2022) habla de la insatisfacción, de la vida matrimonial, de la llegada de la vejez, y las relaciones familiares. Su lenguaje poético sencillo y sus temas cotidianos, la acercan fácilmente a sus lectores de todas las edades. La vida en poesía. Merecido premio.

Entrevista coral a Piedad Bonnett en Los DAnieles, a propósito de su galardón.

Seleccionamos algunos de sus poemas publicados en diferentes libros y antologías, como un pequeño homenaje a su obra.

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Las Cicatrices

No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.

De Lo terrible es el borde. Antología poética. (Visor de poesía, 2021)

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Tareas domésticas

 I

Con qué cuidado y doméstico afán,
entre el alba y la ducha,
meticulosamente aceitamos los goznes,
a los grilletes damos brillo,
nos aseguramos que aprieten las cadenas
–por si acaso–
que no hagan ruido sus eslabones.
(Se molesta el prójimo).
Con qué aire laborioso
sonreímos a la mañana urgente y caminamos.

III

Tan tuyas y tan mías,
–el gallito de Portugal, la caja de madera–
tan de nadie en su estar,
en su abandono a la eterna costumbre de los días,
con su leve capa de polvo,
de ese polvo que cae sobre tus hombros,
sobre mis hombros,
sobre el pecho y la espalda de las horas.

El tintero, la piedra azul, –¿de dónde la sacaste?–
puestos por Dios ahí,
desde el principio,
en la repisa aquella que compraste
en los tiempos del sueño,
del relámpago.

Pesadas como un sueño antes del alba,
o inútiles, ligeras,
como aquellas mentiras
que me dices a veces,
atediadas por siempre, inexistentes,
no oyen crecer la extensión del silencio,
ni el roce indiferente de las manos,
no oyen la lluvia afuera y sus bostezos,
ni el trabajo del tiempo en su materia,
en el hierro, en el lino, en la madera,
en el alma porosa de los años.

El sol de enero

El sol de enero corta sus alas
sobre tu jardín,
entra por la ventana azul,
se posa en la madera tersa,
rompe el lomo de los libros en línea,
A de Aleixandre, B de Borges,
Zeta de Zorrilla y de Zweig.

El sol de enero atraviesa cajones
con olor a lavanda,
las camisas de seda a la derecha,
arriba el negro, en la mitad el blanco,
atrás la lana, aquí el peltre, allí el vidrio,
y abajo las miserias, donde nadie las vea.

El sol de enero recorre el viejo orden,
sigiloso, de mayor a menor, de grande a chico,
por países, por género, por número,
por días y por meses y por años,
y va a morir al centro de tu pecho
entre tu corazón encordelado

Del Libro Nadie en casa. (U Externado. 2006)

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Último instante

En qué pupila
quedaste tú grabado para siempre
aún vivo
pero volando triste hacia la muerte
en el último instante, el cielo a tus espaldas.
Quién te lleva dentro de sí
como una pesadilla hacia la noche
o una anécdota, un puro escalofrío
que aspira a remansarse en la palabra.
Quién vio lo que no vi,
lo que tan solo
a mí me pertenece:
tú como un ave interna que se entrega,
oscura y sin plumaje,
derrotada.

A propósito de la muerte de su hijo Daniel

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Explicaciones no pedidas

Porque por ti
mis pobres posesiones:
el cuento que me cuento
y el poema
que eternamente rumia la ceniza.

Por ti el acto de amor intransitivo
que contigo y sin ti ahonda la noche.

Pero también la luz y su milagro
que me oscurece en la mitad del día.

Por ti la nada hueca,
y mi mentira
más verdadera que la misma vida.

Por ti la gravidez,
el fondo,
el tuétano,
caer dentro de mí como plomada.

La yema de mi dedo detenida
sobre el aura quemante de la llama,
y con su tizne
sobre el espejo que no te refleja
las palabras.

Del Libro Poemas de amor. Antología. (Frailejón ed. 2013)

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