Todas las fotografías: JBCubaque

Gracias a la generosidad de amigos y familiares de Italia, España, USA, Francia y Colombia, pudimos viajar a Paris para celebrar nuestros primeros 70 años de vida junto a nuestro hijo, quien vive en la Ciudad luz.

Como contamos con un presupuesto limitado, buscamos hacer un paseo diferente por la ciudad que nos acogió antes de la pandemia, hace más de 6 años. Quisimos hacer recorridos tranquilos, sin muchas pretensiones y abordándola desde la calle, donde lo que más se gasta son los zapatos, y en donde además de encontrar muchos de sus atractivos, se pueden ver otros igualmente interesantes, si miramos con detalle y atención. Nos viene bien la época de primavera que nos recuerda Bogotá por su variabilidad de sol, vientos y algo de lluvia, pero además, los rebrotes de verdor y flores que son un espectáculo sorprendente, lo que permite caminar con deleite, frescura y sin tanta congestión.

Recorridos por el barrio latino con sus pequeños pero acogedores bares de jazz y restaurantes de todas las categorías; o la colina del Sacre Coeur, desde la que se tiene un panorama excepcional de la ciudad sumado a su muy conocido vecino barrio de Montmartre que nos cuenta historias de arte y de artistas que vivieron y siguen habitando sus calles. Caminar por calles poco conocidas pero importantes como la rue de Siene y su continuación, en el límite con el Sena, la Quai Voltaire, en el barrio de Saint German de Prés, donde se han instalado muchas galerías de arte; o las más concurridas como la rue de Rivoli con sus grandes tiendas y vecindarios, que va desde la Bastille y pasa por algunos de sus sitios representativos como el antiguo barrio de Le Marais, el Louvre o la plaza de Concorde, donde ‘descabezaron’ a María Antonieta y a Robespiere, con su rueda de Chicago, y entrada a los jardines de Tullerías y a los Campos Elíseos.

Y qué decir del rio Sena que parte en dos la gran ciudad, le da un respiro, y desde el que se puede dar una mirada diferente a la típica arquitectura parisina y a las bellas construcciones y arte de sus riveras, entre ellas la mismísima Torre, la incendiada catedral de Notre Dame (que está previsto reabrirla para los olímpicos 2024) y el Museo de esculturas al aire libre; cruzar sus diferentes puentes, cada uno con su historia particular; departir en sus orillas con una botella de vino de Bordeaux (desde 4E) y un buen emparedado de pan francés (7-12E) con carne curada (Soucisse), tomate y lechuga, acompañado de cualquiera de la mucha variedad de quesos de vaca, de cabra o de oveja, que tiene Francia (Brie, o Cammenbert entre los blandos y Cantal o Boufort entre los firmes o curados). También puede incluir una deliciosa terrine (esparcible) de berenjena o de olivas que se puede comprar por peso en cualquier mercado de barrio o charcuterie (5E). O simplemente un emparedado de kebab de restaurantes turcos o libaneses que se encuentran por toda la ciudad (7E)

Y aprovechar que mirar no cuesta, y que según como se mire y desde donde se mire, se puede disfrutar más, mire a todos lados y siempre encontrará algo sorprendente; y entonces, mirar los jardines, los pequeños comercios con sus sorprendentes vitrinas, la arquitectura, el arte y la historia que están en sus calles, se convierte en un placer excepcional que hay que gozar al máximo.

La arquitectura, por sus edificios característicos, pero especialmente por sus detalles y formas: grandes puertas, herrajes, decoraciones en piedra y madera, ornamentación en forja de hierro en balcones, ventanas y puertas. Por otra parte, la forma y sentido de sus calles: las callecitas empedradas o en pavé del barrio latino, Montmartre y Le Marais, eso sí, hay que poner mucha atención porque no son cuadriculadas y se puede perder la orientación (aunque también se puede sacar provecho si se tiene mente abierta…y tiempo).

El arte también lo encontramos por todos lados, en cualquier calle o parque y de todas las épocas y tendencias -la mayoría tienen información de autor y obra-. En los jardines de Tullerías nos tropezamos con esculturas de Dubuffet, Maillol y Rodin entre muchos otros; la fuente de Stravinski, obra cinética de Jan Tinguely, así como una escultura móvil de Alexander Calder, se encuentran ubicadas a las afueras del Centro Pompidou; a orillas del Sena, el Museo de esculturas al aire libre con obras de Jan Arp, Brasai y Calder, entre muchos otros. En los bellos jardines del Museo Rodin, se encuentra el Pensador, la Puerta del infierno, el Monumento a los burgueses de Calais y una veintena más de esculturas del famoso artista, todo gratuito.

La historia la vamos descubriendo a través de sus grandes monumentos que siempre es un placer revisitar como en Republique, Bastille, Concorde, o el representativo Arco del Triunfo, desde donde se esparce la ciudad; o en el Cementerio de Pere Lachaise, en donde están las tumbas de pintores como Modigliani, Delacroix y Corot; músicos y cantantes como Chopin, Edith Piaf y Jim Morrison; escritores de la talla de Oscar Wilde, Balzac y Moliere; o el inventor del cine moderno G. Meliés, entre otros, que se encuentra en el distrito de Belleville, encantador y tranquilo barrio que, por cierto, vale la pena recorrer y que fue captado en su esencia humana por el gran fotógrafo parisino Willy Rollins en los años 40.

En Paris nos tropezamos con la historia en todas partes: en el metro, en el rio, en la calle…como la iglesia de Saint Germain de Prés, la más antigua de Paris y la que le da el nombre al barrio donde han vivido grandes intelectuales como Margueritte Duras y Simone de Beauvoir, o artistas como Ingres y Delacroix y en donde se asientan prestigiosas tiendas de decoración y galerías de arte, además de su atrayente café Bonaparte, con sillas de mirada a la calle.

Y como ‘vitriniar’ es lo nuestro, nos adentrarnos en las Galerías Lafayette para ver las tendencias de las grandes marcas como Dior o Yves San Laurent; pasamos por la galería (CC) Le Bon Marché en donde se realizan exposiciones inmersivas de artistas diversos como la que nos encontramos, la exposición curada por la prestigiosa diseñadora Sarah Andelman, con el libro como concepto central y recreada por el ilustrador Jean Jullien, creador de Nounou, un personaje muy querido por niños y adultos, en un espectáculo visual que lo saca del plano-dibujo y atraviesa escaleras, almacenes y vitrinas exteriores. Asimismo, los pequeños comercios, en cualquier calle, ofrecen variadas vitrinas con objetos únicos y atrayentes.

Y como antes, durante y después de caminar hay que comer, déjese llevar por pequeños restaurantes franceses, asiáticos y de todas las nacionalidades que encuentra por todos lados, como el japonés Aki que encontramos en la rue Saint Anne (zona asiática), con platos deliciosos y espectaculares como el Okonomiyami de frutos del mar, que sorprende por el movimiento de sus delgadas láminas de pescado, por solo 16E y puede escoger, si tiene suerte, la barra, al lado del chef.

Y también lo básico como el pan baguette, la madalena, el pan de chocolate, los deliciosos macarons o el croissant en sus múltiples presentaciones como los rellenos de crema de pistacho, almendras o frutos rojos que podemos adquirir en las muchísimas boulangeries patiseries que encontramos a nuestro paso; la gran variedad de quesos y charcutería que se puede comprar en charcuteries o en supermercados, y por supuesto los vinos de todas las calidades y precios que inician desde los 3E, porque la comida en Francia siempre está acompañada de un buen vino.

Encontramos coloridos mercados de frutas y verduras al aire libre que funcionan de 8 am a 1 pm como el de Aligre, que ocupa casi tres calles y en el que se pueden conseguir barquettes (cajitas) de fresas o cerezas a partir de un ‘uro‘ (euro en el francés ‘árabe’ de los vendedores); y allí mismo, en la plaza, hay un mercado de viejo (anciennes) donde se pueden encontrar cubiertos de plata, medallas de las mil guerras o sillas art nouveau a precios económicos; o el del barrio de Saint Gervais (donde estamos alojados) que los sábados tiene mercado cubierto y actividades temporales al aire libre (nos topamos con una feria y una banda de pueblo).

Caminar por Paris es un disfrute siempre atrayente, por toda la cantidad y variedad de arte, objetos, obras, historia, comida, jardines y hasta espectáculos callejeros que podemos encontrar en cualquier calle o esquina. Pero esto apenas es un resumen. Por todo esto, los invito a que caminemos por Paris.

Nota: Paris es una ciudad grande y por esto les recomendamos que algunos trayectos los hagan en bus, metro o tranvía porque las jornadas pueden llegar a ser agotadoras, y para ello lo mejor es adquirir la tarjeta Navi Go que permite viajar ilimitadamente por cualquiera de esos medios, por una sola tarifa de 30E la semana.

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*John Brian Cubaque Rey (1954) Editor de quintopiso.net, revista virtual dedicada al bienestar, respeto y empoderamiento de personas mayores de 50 años. Ex periodista gráfico de la revista Semana y de la Agencia nacional de noticias CIEP. Diseñador gráfico, especializado en diseño editorial y docente universitario.

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